Entre zancos y muletas

Las carreras presidenciales no se adelantan sino que llenan el vacío que está dejando el gobierno de turno. Si la administración de Piñera no cubre su agenda prioritaria, si lo satisface las expectativas que generó, si provoca desencanto, si no cumple con lo que prometió, entonces son las personalidades las que suplen todas esas carencias. 

En el oficialismo, todas las semanas sale a la palestra una cantidad inusitada de voceros que nos informan que la mentada carrera presidencial no ha empezado. Pero entones, ¿por qué se debe repetir semanalmente el mismo predicamento? ¿Para qué tienen que salir todos los perjudicados a decir que no les molesta los ya reiterados guiños de Piñera a Lavín? 

De manera que podemos decir que en la derecha hay una no campaña, que involucra a todos los no candidatos, en acciones de no proselitismo que no tiene efectos electorales. ¿Se entiende? 

En la centroizquierda la situación es completamente diferente. Aquí no estamos ante un adelanto injustificado de la competencia. Es un acuerdo general que los que deseen ser apoyados como aspirantes presidenciales, cuando corresponda, ahora tienen que ponerse al servicio de los próximos candidatos municipales y regionales. 

Lejos de ser un obstáculo, contar con figuras de proyección nacional potencian la labor de la oposición. El calendario político es uno solo y todos tienen una labor que cumplir, aportando al bien común. 

Aquello que en la derecha parece como una iniciativa fuera de temporada, en la oposición se le ve como algo positivo. En el oficialismo, se supone que la aparición de los presidenciables no deja desplegar la labor del actual mandatario. En la oposición viene a cubrir parte del vacío que se evidencia para todos. Es un problema inverso. En el oficialismo es lo que hace lo que causa decepción, en la oposición es lo que se deja de hacer lo que puede ser criticado. 

El oficialismo presenta la situación de una manera tramposa. En realidad el gobierno es débil, con o sin discusión sobre el cambio presidencial. Pero tener al reemplazante más perfilado de Piñera dentro de su coalición es una buena noticia, a condición de que cada cual haga lo suyo sin entrar en conflicto. 

Lo que hemos visto es, precisamente, que cada cual está en lo propio pero evitando todo roce. Ante este entendimiento básico, los otros precandidatos, muy alejados en las preferencias, nada pueden objetar.

Lo único que les queda es hacer sentir su presencia, a lo menos tratando que Lavín se haga parte de polémicas que los incluya. A decir verdad, lo único que han conseguido es evidenciar su magra situación. Pero no les queda más que intentarlo. 

En definitiva, en el caso de la derecha, la candidatura de Lavín es una verdadera muleta, que le es muy útil a un gobierno que cojea y tiende a tropezar. En la oposición, los precandidatos actúan como zancos que le sirve a quien está dando pasos muy cortos y avanza muy lento.

En ambos casos son funcionales a las auténticas necesidades de cada sector.

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