¿Es el Rechazo el Apruebo a la Constitución de Pinochet?

Firmado el histórico Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución, como salida institucional a la gravísima crisis social y de representación en medio del estallido social, se selló el fin de la Constitución de la dictadura. Desde ese día existe con respiración artificial, sólo para articular la institucionalidad hasta llevar a cabo el proceso constituyente.

En estos momentos de polarización política, es necesario recordar el cronograma del Acuerdo del 15 de noviembre y sus resultados. En el Plebiscito Nacional 2020, del 25 de octubre, se formulan dos preguntas: 1. ¿Quiere usted una Nueva Constitución?, 78,28% respondió Sí; y 2. ¿Qué tipo de órgano debiera redactar la Nueva Constitución?, 79% optó por una Convención Constitucional, la primera del mundo sólo con integrantes electos, paritaria y con representantes de los pueblos originarios. En la elección del 15 y 16 de mayo de 2021 se eligieron las/los 155 convencionales constituyentes, con este resultado la derecha obtiene 20,56 %; la izquierda, centroizquierda e independientes, de todos los colores políticos pero en su gran mayoría de las izquierdas, reúnen juntos 79,44%.

La propuesta política de los partidarios del Rechazo, de reducir el súper quórum de 2/3 a 4/7 en la Constitución pinochetista, que ya lo tiene la propuesta de nueva Constitución de la Convención Constitucional, y confeccionarle 10 cambios (a los más de 50 que ya tiene), ¿estaría, si nos ceñimos a los resultados de los plebiscitos, quebrantando flagrantemente el Acuerdo y, lo más inquietante, transgrediría la soberanía popular democrática anulando el proceso constituyente?

La élite política y económica de derecha, partidaria del Rechazo desde antes de que se instalara la Convención, es la que ha capturado el poder las últimas tres décadas, apoyados en los cerrojos que tiene la Constitución de la dictadura, imposibilitando la democratización plena de Chile y las reformas para una repartición más equitativa de la riqueza y el ingreso -una derecha oligárquica decimonónica corporativista en pleno siglo XXI-: ¿estaría tratando de resucitar este cadáver constitucional dictatorial para anular la salida política transversal institucional del estallido social e reinstalarse protegida con el triunfo del Rechazo que blindaría la perpetuación de la Constitución de Pinochet?

Si se quiere ser coherente con el sistema democrático, el Rechazo debería alcanzar más del 78,28% que recibió la alternativa Quiero una nueva Constitución para perpetuar la de Pinochet. No aceptar el mandato democrático ciudadano claramente manifestado en los plebiscitos, sería una suerte de golpe de Estado blando institucional, y nos devuelve a la zona cero del 18/10/2019: la Plaza Italia/de la Dignidad; vale decir, al estado de descomposición y descrédito institucional y de representación que provocó el tsunami social.

Por otra parte, el Rechazo despliega una campaña de desinformación gigantesca en la red, muy en el tono de las que usa la ultraderecha global, que ha colonizado las redes sociales: la mentira a secases el modus operandi del despliegue propagandístico. No obstante, hay que subrayar que la mentira estuvo/está muy bien "apoyada" por la rudeza y muchas veces excéntrico despliegue comunicacional de algunos convencionales, marcando con hierro candente las formas por sobre los contenidos de la propuesta de nueva Constitución.

Sin embargo, dentro de los partidarios del Rechazo, sólo el ultraderechista Partido Republicano de Chile propone continuar con la Constitución de Pinochet. Desde la derecha tradicional y algunos ex concertacionistas se escuchan múltiples cantos de sirena que, todo hay que decirlo, ya parecen una sinfonía cacofónica por prometernos hasta la columna vertebral de la propuesta de nueva Constitución que tanto rechazan: Chile como "Estado social y democrático de derecho"; algunos se declaran disponibles a elegir una nueva convención; otros emiten declaraciones que sonrojan, como que no se trata de "derecha e izquierda" o de "Pinochet o no Pinochet". Lo único que le queda claro a la ciudadanía en esta sinfonía de sirenas discordantes es que el Rechazo no tiene una propuesta homogénea para el 5 de septiembre, sino sólo una fragmentación fragmentada; en rigor, un caos por la falta de agenda clara para el "día después", que ya está siendo un auténtico atentado a la inteligencia de la ciudadanía.

En consecuencia, por el enorme déficit de credibilidad que padece la llamada clase política, en general, y en particular la derecha, por haber impedido los cambios constitucionales durante 30 años que hubiesen viabilizado las reformas para una repartición más equitativa del poder y evitado el estallido social, se hace muy cuesta arriba creer que están disponibles para posibilitar el cambio de la Constitución de Pinochet y las reformas estructurales como respuesta institucional al estallido social. Además, si apoyaron al candidato ultraderechista José Antonio Kast para la Presidencia, sin complejo alguno, ¿qué les impediría hacerlo ahora con la propuesta de su partido para perpetuar la Constitución de Pinochet ejecutándole, siendo optimistas, un lifting sólo coyuntural?

Para los demócratas, si gana el Rechazo, la única fórmula sería ceñirse nuevamente al Acuerdo del 15 de noviembre. No hay otra alternativa. Ninguna otra fórmula podrá alcanzar el altísimo nivel de legitimidad y credibilidad democrática -de más calidad de la historia- que posee la propuesta de nueva Constitución. Sólo los procesos realmente democráticos nos unen y son la "casa de todos". Lo contrario, reformar la Constitución de Pinochet o escribir una nueva dentro del hiper elitista statu quo político desconociendo el proceso constituyente es volver al Chile sólo para la élite que produjo el estallido social, garantizando su permanencia, pero ahora multiplicado.

Como muy bien lo dice su título -Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución-; pues no habrá paz social si no hay nueva Constitución, y bajo las coordenadas hiper democráticas del acuerdo. Ni más ni menos. El triunfo del Rechazo no asegura ni la paz social ni la estabilidad democrática.

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