Después del 4 de septiembre la reflexión ha sido permanente ¿Qué nos pasó? ¿Por qué esta votación? Se volvieron cotidianas en la idea de rearticularse, tomar las banderas de lucha y recomponer el camino iniciado por el pueblo de Chile en octubre de 2019 para alcanzar una nueva Constitución que garantice derechos y una vida digna.
La mejor síntesis que he escuchado es que, como hombres y mujeres con los mismos padecimientos y sufrimientos, no supimos explicar y convocar a todos y todas para cambiar la actual Constitución, que mantiene el espíritu antidemocrático del dictador Pinochet.
Esta síntesis, que contiene una profunda autocrítica, estableció con claridad que en el caso de las mujeres trabajadoras no existe un correlato ni vinculación con los movimientos feministas conocidos hasta ahora y, más bien, generan un cierto rechazo, no por no compartir las demandas sino que por sentirlas lejanas, como una liberación que es inalcanzable para algunas mujeres, ya sea por factores culturales sociales u otros.
Por lo mismo nuestra reflexión no es sólo analítica y teórica, sino que con mucha subjetividad nos hizo entender que el modelo económico nos ha determinado realidades y dinámicas sociales tan complejas que es difícil pensar en libertades avanzadas si no somos capaces de avanzar en temas reales y concretos.
Eso podría explicar que a pesar del levantamiento de las mujeres, la aparición de múltiples organizaciones feministas y expresiones de todo tipo, la suma de femicidios sigue creciendo, el nivel de violencia y la limitación hacia un sector de mujeres se profundiza. Esto con un profundo dolor como sociedad.
Aquí es donde desde el sentido común la respuesta es volver a representar ese dolor, esa simpleza de los problemas cotidianos que te hacen la vida, de volver a mirar a esa mujer que si bien ha evolucionado, por múltiples factores todavía su condición de clase determina su vida y es su principal preocupación.
Por eso desde la Vicepresidencia de la Mujer de la Central de Trabajadores de Chile creemos que una tarea no quedar impávidos por las consecuencias del plebiscito constituyente y por lo mismo se hace urgente y necesario levantar las banderas del feminismo popular, una corriente que no busca competir ni ir en contra de las expresiones feministas más situadas en la academia y la institucionalidad que hemos conocido en Chile hasta ahora, sino para poner al centro el factor de clase para decir que hoy también existen diferencias entre mujeres según su clase y el no tener una voz propia hace que algunas avancen y otras tomen distancia de la justa lucha de nuestros derechos.
El feminismo popular no es nuevo, tiene décadas de desarrollo y una de sus representantes principales es Gabriela Mistral, quien en discusiones teóricas con Elena Caffarena planteara que no sería feminista hasta que las feministas representaran a todas las mujeres de su clase (mujer pobre, rural y de la diversidad). Este debate de antaño nos hace sentido hoy, en tiempos que debemos levantar un movimiento sin exclusión donde todas, todos y todes seamos parte.
Si bien debemos ser las mujeres las protagonistas, este movimiento no es separatista ya que se reafirma el componente de clase el que nos une a la lucha por la abolición del capitalismo.
La búsqueda de esta expresión aspira a recoger las demandas de las mujeres trabajadoras, las que hacen que hoy sus vidas sean adversas y desde esa plataforma iniciar un proceso que nos permita disputar el sentido común y avanzar a una transformación de nuestra sociedad.
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