Fuego amigo, la centroderecha y el Rey Salomón

Fuego amigo o fuego aliado es el nombre que en combate reciben los disparos provenientes del propio bando. Esos incidentes suelen producirse casi siempre por fallas humanas, producidas por la identificación equivocada del objetivo rival. Error de cálculo o de visión.

En política también existe el fuego aliado. En Chile Vamos y en la centroderecha lo hay, y bastante. Y se hace mucho más evidente cuando no existe un buen contendor al frente o cuando éste está muy debilitado y con muchos conflictos internos, como es la situación actual.

Con Bachelet en la ruina política y su gobierno por el piso, con la Nueva Mayoría llena de aprietos, con sus candidatos, aún peor, Guillier en baja,  Goic no parece entusiasmar más que a sus partidarios y Lagos ya no prendió, con Marco Enríquez dañado en un ala después del caso OAS, con una extrema izquierda sin liderazgos sólidos y con los populistas como Parisi sin mayor apoyo, todo indica que la centro derecha está posicionada en un escenario que le resulta propicio como pocas veces hemos visto. Salvo, claro está, que el “fuego amigo” produzca bajas innecesarias y dolorosas.

El mayor riesgo que corre la centroderecha en este año electoral, paradójicamente, no está dado por los detractores sino por sus propios partidarios, en especial aquellos que en lugar de identificar el objetivo común privilegian sus propias agendas personales. Así, en el afán de hacerse notorios, de destacar, de protagonizar su propio show o de captar un par de segundos de cuñas en la TV, causan un daño enorme al proyecto político que dicen apoyar.

Son muchos los ejemplos de fuego amigo que hemos apreciado en estos meses. No viene al caso mencionar nombres, ni mucho menos reproducir aquí los actos de agresión política, pues eso solo alienta a repetir la conducta, al igual que el chico que hace bullying lo incentiva que el afectado llame a dejar de molestarlo. 

Hay muchos casos en que la intensidad y vehemencia de las expresiones de algunos socios corresponden más a la labor de un opositor que a la de un defensor de las ideas comunes. De hecho, el tono y la oportunidad de dichas expresiones resultan usualmente aplaudidas por los antagonistas, que ven como, sin necesidad de mover un solo dedo, obtienen ventajas políticas.

Aprendamos de la historia. Lo que destruyó a la Concertación fue que no comprendió a tiempo lo pernicioso que resulta el fuego amigo y lo poco conveniente que resultó celebrarle las “gracias” a sus díscolos, al punto que destruyó su esencia unitaria.

Su sucesión natural, en efecto, fue un gobierno que, encubierto bajo una chapa de “nueva mayoría” solo sirvió para darle mayor poder a aquellos díscolos del pasado, los autodenominados auto flagelantes, con el resultado ya conocido: un gobierno humillado y derrotado políticamente antes de las elecciones.

Algunos han pretendido justificar el argumento de los díscolos con la falta de obsecuencia. “No somos un rebaño, debemos defender la diversidad”, esgrimen. Inconsecuencia, diría yo, porque no se puede ser partidario de la unidad solo ante lo conveniente, y simultáneamente ser opositor ante las cámaras de televisión o ante las grabadoras de los periodistas.

No es mi idea obviar las diferencias ni llamar a actuar con sumisión. Tampoco pretendo condicionar la pertenencia a la centroderecha al apoyo de una sola visión determinada: eso causó mucho daño al pensamiento del sector durante la dictadura y durante el predominio del cosismo, y al final, puede ser tan nefasto como el fuego amigo. 

Solo propongo que ciertas cosas se pueden ventilar en mejor forma en las instancias pertinentes, “puertas adentro”, y que no todo puede quedar vertido en la prensa. Recordemos, como Churchill, que a menudo todos hemos tenido que comernos nuestras palabras y que hacerlo constituye incluso una buena dieta.

Las consecuencias de lo contrario están a la vista. Poca legitimidad tendrán los que pierdan al día siguiente a la primaria o al de la segunda vuelta, en caso que exista, esperemos que no, más de un competidor representando las ideas de la derecha, para poder apoyar a quien triunfe en ellas si los cuestionamientos en campaña son de demasiada dureza y descalificación personal.

Porque, claro está, a nadie le gusta ser derrotado, pero es sabido que hay perdedores mucho peores que otros, y que lo peor que podría pasar a estas alturas sería extraviar votos por culpa de los autogoles de los propios adherentes del sector.

Propongo que, si de verdad nuestro objetivo en la acción política es transformarnos en una mayoría no solo electoral sino social, establecer una forma de trabajo responsable que, haciéndose cargo de la diversidad, no rompa la unidad. Hacerse cargo de las diferencias supone, forzosamente, recordar que el rival político está al frente, y no al lado.

Bienvenida la crítica, pero con prudencia y lealtad. Seamos cuidadosos con como hacemos política y con lo que decimos. No olvidemos que el peor escenario para la centro-derecha es que los díscolos, finalmente, terminen por quedarse con las dos mitades del recién nacido que el rey Salomón dividió en dos.

Desde Facebook:

Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado