Se ha hecho habitual la expresión "golpe cívico-militar" para referirse al alzamiento contra la autoridad legítimamente constituida en Chile en 1973. Es comprensible que la referencia al carácter "cívico" de ese suceso busque enfatizar que la transgresión a la democracia y al Estado de Derecho tuvo una participación civil y no sólo involucró a las Fuerzas Armadas.
Es necesario visibilizar que en la instigación y colaboración necesaria de actores políticos y económicos del amotinamiento militar, el término cívico no logra ser una expresión adecuada a la hora de definir este acto. Si nos atenemos al carácter de lo cívico, comprendemos que su significado apela al ejercicio de la norma legal y al apego estricto a las formas regulatorias establecidas bajo criterios válidos.
El diccionario de la Real Academia de la Lengua define la incivilidad como aquella conducta falta de civilidad o cultura. Por el contrario, define civismo como el "celo por las instituciones e intereses de la patria" y "comportamiento respetuoso del ciudadano con las normas de convivencia pública". Justamente lo que se opone en términos lógicos y prácticos a lo que ocurrió el 11 de septiembre chileno. Un golpe de Estado por definición nunca puede ser "cívico" ya que eso sería una contradicción de este tipo de acontecimientos.
Más preciso sería hablar de "golpe civil y militar" o la utilización de la expresión "golpe incívico y militar", lo que permitiría delimitar con mayor claridad el carácter ilegítimo y falto de civismo de ese acto.
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