Grietas en el muro

Frente al desolador panorama que vive la seguridad en Chile, la verdad es que se hace difícil mantener alguna dosis de optimismo. Lo peor de todo, es que se están agotando todas las fuentes de esperanza. Digo esto porque observo que aquellos muros de contención que, como país, teníamos frente al crimen organizado comienzan a agrietarse. Es el caso, por ejemplo, de nuestras instituciones, las cuales se han ido alejando de la solidez y profesionalismo que las caracterizaba.

Recuerdo como en más de una ocasión me tocó avisarle a algún amigo o conocido que se disponía visitar Chile, que acá, a diferencia de otros países de la región, no era posible sobornar a nuestras policías o a nuestras Fuerzas Armadas. Les advertía, con un alto grado de orgullo, que si intentaban evadir alguna multa o control por medio del dinero, lo más probable es que su destino próximo sería el calabozo de una comisaría.

Es por esta razón, que los recientes casos en que miembros de Carabineros, Ejército y Fuerza Aérea se vieron involucrados en las redes del narcotráfico son un balde de agua fría. Noticias como estas nos hacen despertar de golpe y darnos cuenta que ese Chile seguro y probo, que algunos aún recordamos, se ha ido desvaneciendo a paso acelerado.

Lejos de caer en una fiebre nostálgica, el llamado es a salir del letargo y asumir la realidad tal cual es. El crimen organizado, lamentablemente, ya forma parte del paisaje nacional y nos conviene entender que las balas y las amenazas no son sus únicas herramientas, los fajos de billetes y la corrupción también son parte de su arsenal. Su objetivo no es solo controlar barrios, sino también instituciones. Porque no buscan únicamente el silencio del Estado, sino también su complicidad.

Es aquí donde radica la gravedad de los hechos que hemos conocido. Porque las dudas que quedan para la ciudadanía son tan dañinas como el perjuicio causado por las drogas traficadas con la complicidad de agentes del Estado.

¿Qué tan extendidos están los tentáculos del narcotráfico en nuestras Fuerzas Armadas y de Orden y Seguridad? ¿Los casos que hemos conocido son la excepción o la punta del iceberg? ¿Qué tanto puedo confiar ahora en estas instituciones? Son preguntas que, con toda legitimidad, pueden hacerse los chilenos hoy en día.

Por si este escenario no fuera lo suficientemente alarmante. La guinda de la torta la puso el Poder Judicial al dejar libre a un sicario venezolano acusado de asesinar a un empresario nacional. Una situación que ha levantado suficiente revuelo y que solo tiene dos explicaciones posibles: o fue incompetencia o fue corrupción.

De todas formas, el escándalo que se ha levantado a partir de todos estos casos debiera al menos impedir que nuestra moral se desmorone del todo. Los chilenos aún no hemos normalizado este tipo de situaciones y exigimos con fuerza soluciones. Quizás sea esta, nuestra conciencia ciudadana y el recuerdo que existió un Chile mejor, el mayor muro de contención frente al crimen organizado. Un muro que espero se mantenga firme y no comience a resquebrajarse.

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