El escenario político chileno comienza a reconfigurarse y, con ello, van quedando las propuestas de los candidatos que buscan liderar el país. Tras analizar las visiones de algunos de los candidatos a primarias, hoy nos detendremos en el preprograma de la candidata Evelyn Matthei. En su propuesta, la salud es abordada bajo la promesa de un "trato oportuno y amable", una aspiración que sin duda resuena con las urgencias y el cansancio ciudadano frente a un sistema que a menudo parece no responder a la velocidad que se requiere.
Matthei propone una Atención Primaria moderna y resolutiva, que incluye el agendamiento de horas online y atención según gravedad en los Cesfam. Esta propuesta evoca un sistema de triage, similar al que opera en las salas de urgencia. Si bien este enfoque puede mejorar la eficiencia, también podría generar tensiones con pacientes que ya cuentan con una hora agendada, y paradójicamente perpetuar los problemas de funcionamiento de la red bajo una nueva gestión.
Reducir la complejidad de la atención primaria a una priorización por gravedad sin abordar las causas de fondo del colapso actual, podría significar un parche más que una solución. Además, la propuesta sugiere capacitar a los médicos, para que puedan resolver más problemas en los mismos Cesfam y cuando deriven a un especialista, sólo lo hagan en casos necesarios y de forma clara y precisa.
La formación de un médico especialista es un proceso riguroso y extenso. Es poco realista pensar que una capacitación pueda sustituir la profundidad de esa experticia. Chile enfrenta una crisis en la distribución y escasez de especialistas. Apuntar a la capacitación como una solución de fondo podría no dimensionar la magnitud del desafío, desviando la atención de la necesidad urgente de políticas que aseguren la formación y retención de especialistas en el sector público. Es crucial que las propuestas presidenciales comiencen a distinguir medidas de corto y largo plazo.
Dentro de este marco de mejora, la propuesta de Matthei también destaca la relevancia de mejorar la infraestructura de la Atención Primaria en Salud, una medida ciertamente necesaria y esperada. Del mismo modo, plantea la implementación de una ficha médica online que promueva la interoperabilidad, elemento clave para facilitar el movimiento de pacientes por el sistema y su acceso a registros médicos, recetas y citas. Sin embargo, cabe recordar que esta promesa digital ha resonado en varios gobiernos anteriores sin alcanzar una implementación plena y efectiva a nivel nacional.
Un aspecto llamativo por su ausencia en la propuesta es cualquier mención a la universalización de la Atención Primaria de Salud (APS-U) y el futuro de las comunas que ya han iniciado su implementación. Un punto que destaca es la intención de crear un "Índice Nacional de Desempeño", para evaluar a los hospitales públicos y privados en tiempos de espera, producción, cumplimiento GES, y reclamos de pacientes. Medir el desempeño es, sin duda, crucial para la mejora continua. Sin embargo, no se deben comparar peras con manzanas.
Un hospital público, que a menudo opera con una sobredemanda estructural, limitaciones presupuestarias y atiende a las poblaciones más vulnerables, no puede ser evaluado con los mismos criterios o expectativas de eficiencia que una clínica privada, la cual opera bajo lógicas de mercado distintas. Esta comparación, sin los matices necesarios, podría conducir a conclusiones erradas y a la perpetuación de sesgos, en lugar de a una mejora equitativa del sistema. Es importante aclarar que esto no minimiza la necesidad de exigir calidad en ambos sectores.
Matthei también plantea la integración de la red público-privada para derivar rápidamente pacientes donde haya cupos disponibles. Si bien la compra de servicios a privados existe y la colaboración fue vital durante la pandemia, es crucial diferenciar entre una gestión de crisis y una política permanente.
Aquí no se está proponiendo expandir una salud universal pública, sino una negociación con el sector privado. Los costos reales para el Estado de esta derivación constante, por tanto, deben ser aclarados. Más aún, esta visión centralizada pierde de vista la realidad de las regiones, donde el principal o único proveedor de salud es, con frecuencia, el sector público, y la oferta de clínicas privadas es limitada o inexistente.
En cuanto a las prioridades temáticas, la propuesta establece una cruzada nacional contra el cáncer, lo que refleja una preocupación justificada por una de las principales causas de muerte en el país, y reconoce su urgencia con medidas puntuales. Si bien esta priorización y las medidas concretas son loables, la propuesta de salud queda al debe en temas críticos como la salud mental. Las menciones a esta área son escasas y no parecen reflejar la magnitud de la crisis que atraviesa Chile en esta materia.
Finalmente, y quizás el punto más ausente, es la falta de mención a la participación ciudadana en cualquier ámbito de la propuesta de salud. Como he expresado en columnas anteriores, la equidad en salud solo se logra cuando los servicios se adaptan a las necesidades específicas de cada grupo y cuando la transformación se construye colectivamente.
La propuesta de la candidata Matthei, si bien ambiciosa, parece olvidar que el verdadero avance en salud no se impone desde arriba, ni con planes puramente técnicos. Se construye brindando la posibilidad de opinar a quienes viven y enfrentan los problemas de salud en su día a día.
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