La candidata de la derecha Evelyn Matthei, en presentación de los contenidos programáticos de su campaña, señaló el objetivo de bajar en 10 años el impuesto corporativo a los consorcios financieros a 18% para, según dijo, aumentar el crecimiento económico mediante el incentivo que a la derecha le parece infalible: El invariable propósito de bajar los impuestos para asegurar que los ricos sean más ricos y a los pobres les llegue algo de "chorreo" que les posibilite subsistir sin que protesten.
Según su anuncio, se propone usar "una buena tijera de podar", imitando "la motosierra" de Milei en Argentina, es la confesión explícita del objetivo de desbaratar avances y conquistas sociales obtenidos en el proceso de restauración democrática en Chile. Les parece gracioso oprimir y arrebatar derechos a los más grupos sociales vulnerables del país. Es la irrefrenable soberbia de los poderosos.
En forma perfectamente sincronizada salieron a la palestra los "expertos" designados para esmerarse en elogios a las tan sabias palabras de la candidata, eminencias que -por cierto- no reparan en los conflictos de interés que afectan a su también "experta" presidenciable al querer reducir drásticamente la carga tributaria. Es la burla de siempre, si no fuera por el cinismo y daño a Chile, estos comentarios no merecerían respuesta, pero hoy la derecha se da el lujo de no pagar costo alguno por su impudicia, en la prensa hegemónica no hay espacio para replicar el contenido "oficial".
Que las grandes fortunas, verdaderos imperios económicos, no tributen lo que deben no es nada nuevo. Es la misma vieja fórmula de Pinochet de favorecer y tener contentos a los ricos y reprimir duramente a los que se quejen. No hay otro modo de pensar en la derecha: unos, la clase trabajadora y la clase media realizan directamente el esfuerzo productivo y los otros mandan, se enriquecen y divierten.
Lo paradójico es que la agitación electoral de la derecha y la ultraderecha ataca el gobierno porque no gasta más en seguridad, salud, educación y vivienda, demandas que configuran gastos cuantiosos que en esa propuesta no se sabe cómo se conseguirá financiar y materializar si el Estado vuelve a ser deshuesado como lo hizo la dictadura.
Además, la política pública de balance estructural fue implementada por los gobiernos de la Concertación, en particular, adquirió coherencia conceptual en la administración de Ricardo Lagos, y en su formulación el papel del actual ministro Mario Marcel fue clave desde su responsabilidad de director de Presupuestos. Por el contrario, los "Chicago-boys" entregaron el país con una deuda pública al borde de lo inmanejable.
Dentro de poco el ministro Mario Marcel debiese presentar una reforma tributaria que, precisamente, asegure el balance estructural, es decir, permita equilibrar en el mediano y largo plazo los ingresos y gastos del Estado. No hay proyecto aún, sin embargo, pareciera que el Ejecutivo estaría dispuesto a rebajar el impuesto de primera categoría de 27 a 25% y compensar esa disminución con un alza a los ingresos más altos, es decir, al puñado de personas que concentran la riqueza en el país.
Pero, antes que se formalice esta propuesta la derecha se da de codazos para rechazarla, aún más, uno de sus voceros más connotados, el exmiembro del Consejo de Estado de Pinochet Juan Antonio Coloma no se sonroja para pedir que las gigantescas corporaciones financieras paguen menos sin tampoco aumentar el tributo de los más ricos de la población.
O sea, Pinochet está en el alma de la derecha porque como siempre, el plan de la derecha, los herederos del exdictador, es desvalijar el Estado aunque Chile reviente porque no se puedan cumplir los compromisos sociales mínimos que se han contraído con la ciudadanía y que esa misma derecha ha votado a favor en el Congreso Nacional por el repudio que significaría oponerse o rechazar esos avances sociales.
Lo penoso, frente a este desparpajo, es que no se ve el entendimiento necesario de la izquierda y la centroizquierda para resolver la unidad en la alternativa presidencial y en la propuesta parlamentaria. Lamentablemente, hay quienes creen que dividirse fortalece.
El escenario electoral no se ha clarificado, la no postulación de la expresidenta Bachelet ha dejado la ausencia del liderazgo requerido para salir airosos en las elecciones de noviembre próximo. Ahora bien, sea quien sea la figura presidencial que asuma el desafío, la unidad de las fuerzas democráticas y populares es más imperiosa que nunca.
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