La búsqueda no es venganza: es el deber de un Estado democrático

Coescrita con Daniela Quintanilla Mateff, subsecretaria de Derechos Humanos

Una de las candidatas a Presidenta de la República afirmó que el Plan Nacional de Búsqueda Verdad y Justicia "no es búsqueda, es venganza". Quisiéramos rebatir con claridad, porque lo que está en juego trasciende coyunturas electorales o disputas políticas: se trata del fundamento ético y democrático de nuestro país.

La búsqueda de las personas detenidas desaparecidas no es un acto de revancha: es un acto de humanidad, de verdad y de justicia. Es el cumplimiento de una obligación del Estado de Chile -no de un gobierno- hacia víctimas y familias que llevan más de 50 años preguntando dónde están sus seres queridos.

Cuando el Estado busca, no está castigando, está reconstruyendo memoria, reparando y fortaleciendo la democracia. Cuando se crea la nómina oficial de personas víctimas de desaparición forzada durante la dictadura civil y militar (1973-1990) se realiza un reconocimiento, y esto no se hace para dividir, se realiza honrando los compromisos internacionales y de la democracia. Cuando el plan investiga el pasado está protegiendo el futuro, porque las democracias sólidas se construyen enfrentando su historia, nunca negándola ni minimizándola.

El Plan Nacional de Búsqueda comenzó en 2023 y se estableció como política pública permanente del Estado. Es la primera vez que Chile, de manera institucional y sostenida, asume la responsabilidad de esclarecer el destino de las 1.469 personas víctimas de desaparición forzada, oficializadas por el Estado. Hasta entonces, la búsqueda recayó en las familias; fueron madres, esposas, hijas e hijos quienes hicieron aquello que debía hacer la institucionalidad. Hoy lo hace el Estado, con rigor técnico y compromiso humanitario.

El Plan Nacional de Búsqueda tiene un propósito profundamente humano: buscar a quienes aún no han vuelto a casa y reconstruir sus trayectorias para responder la pregunta más dolorosa y justa que una familia puede hacer: ¿Dónde está mi hijo, mi padre, mi hermana? Y cuando esa verdad ilumina responsabilidades, es la justicia -no la venganza- la que actúa. Porque la búsqueda no es revancha: es un acto de amor, memoria y democracia.

La búsqueda en este caso es, por el contrario, un acto de compasión y de Estado. Es tomar la mano de quienes han cargado medio siglo con la ausencia y decirles: su dolor no fue en vano, su verdad es también la verdad de Chile, y el país no va a dar vuelta la página sin cumplir con estos objetivos.

Confundir justicia con venganza es un error grave. La venganza busca castigar sin reglas; la justicia actúa dentro del Estado de Derecho. Lo contrario a la búsqueda es un perdón vacío, finalmente es la impunidad. Y en Chile aprendimos -a un costo inmenso- que la impunidad erosiona la democracia y rompe la convivencia. Buscar a nuestros desaparecidos no es mirar al pasado, es asegurar que el futuro sea digno y democrático para todas y todos.

Algunas voces dicen que esta labor divide. La historia enseña lo contrario: lo que divide es la impunidad; lo que fractura es el negacionismo; lo que debilita la convivencia es relativizar crímenes contra la humanidad. Lo que une, lo que humaniza, lo que repara, es reconocer, buscar, encontrar y decir claramente: esto no puede volver a ocurrir nunca más.

Chile ha avanzado porque fue capaz de enfrentar su historia con instituciones como las comisiones de verdad, la reparación, el Museo de la Memoria, el Archivo Nacional de la Memoria, los Sitios de Memoria, el Plan Nacional de Búsqueda. Ninguna democracia retrocede impunemente en esos caminos. El Estado tiene el deber de buscar. Las familias tienen el derecho de saber. Eso no es venganza. Eso es justicia. Eso es democracia. Eso es humanidad.

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