En la madrugada del 30 de octubre de 1973, en Pisagua, en la entonces provincia de Tarapacá, fueron fusilados los dirigentes del Comité Regional del Partido Socialista, liderados por Fredy Taberna, el secretario regional del PS. Ante la barbarie se mantuvieron de pie y sin claudicar ante el fascismo. Inicialmente, la autoridad militar en el Consejo de Guerra había resuelto diferentes condenas de cárcel por sus responsabilidades políticas durante el derrocado gobierno democrático del Presidente Allende, por orden del jefe de Zona, general Forestier, las resoluciones se cambiaron por el inmediato fusilamiento de esas jóvenes, víctimas del terrorismo de Estado. Así, por medio de la masacre se perpetuaba la dictadura en el poder.
Chile caía al abismo del terrorismo de Estado, ejecutado bajo las órdenes criminales del grupo de militares que controlaban el poder. Al mismo tiempo que ocurrían los fusilamientos en Pisagua, en Antofagasta, la nefasta Caravana de la Muerte comandada por el general Arellano Stark, había ametrallado a 14 presos políticos.
Así, a la barbarie del Estadio Chile y del Estadio Nacional se sumaron masacres en Arica, Calama, Copiapó, La Serena, en Talca, San Javier y Cauquenes, Concepción, Valdivia y Puerto Montt, así como en innumerables lugares del territorio nacional. La patria chilena se cubrió de sangre y dolor con la pérdida de preciosas y jóvenes vidas de militantes de la izquierda chilena. Los cobardes generales cumplieron dócilmente las órdenes de Pinochet para atar institucionalmente el destino del Ejército a la suerte que tuviera la dictadura militar. El cálculo resultó ser macabro y efectivo, en la medida que los efectivos del Ejército fueran siendo ejecutores de los crímenes y horrores, en esa misma medida, no podrían separar su propio destino personal de lo que sucediera con el régimen y Pinochet.
De ese modo, altos oficiales asumieron tareas en el gobierno fuera privatizando el patrimonio nacional o coartando y cercenando derechos y libertades, así como, en los innumerables actos represivos del régimen como la custodia de los campos de concentración o la persecución de los opositores políticos obligados a una difícil y dura lucha en la clandestinidad.
El 30 de octubre es el Día Internacional de los Presos y Ejecutados Políticos, es por lo tanto, una conmemoración de lucha contra del negacionismo que pretende desconocer los hechos e impedir la existencia de una memoria histórica que tenga como objetivo reparar las injusticias sufridas y promover que las atrocidades cometidas nunca se repitan.
También coincide este último 30 de octubre con una entrevista radial de la candidata de la derecha, en la cual señaló que el esfuerzo en el tema de los detenidos desaparecidos no es búsqueda, "es venganza". Con esas palabras, la exalcaldesa regresa a un nefasto momento de la dictadura de Pinochet cuando se negaban con crueldad y descaro los terribles crímenes que conmovían al país.
En definitiva, penosa pero reveladora resulta esa afirmación. La identidad originaria es más fuerte. Evelyn Matthei es fiel a su férreo compromiso vital: proteger a la dictadura le resulta más hondo y relevante que el respeto a la vida y la dignidad del ser humano. Lo mismo ocurre con la ultraderecha de Kaiser, quien anuncia que de llegar a la Presidencia procederá a la ruptura de Chile con los tratados internacionales sobre DD.HH. También acaba de aplicar la vieja táctica nazi de "mentir, mentir, que algo queda...", al decir que en el Servicio Médico Legal se hallaban restos sin identificar, afirmando que el gobierno era un "desalmado". El desmentido del ministro de Justicia llegó de inmediato: "No hay" tales restos en el SML.
Hay también en la ultraderecha quien plantea disolver el Instituto Nacional de Derechos Humanos. Este revanchismo exalta su desprecio a los avances civilizatorios que apuntan a contener los abusos y atropellos que se cometen desde el poder, los que sin organismos internacionales fuertes y competentes se transforman en aberraciones como el genocidio en Gaza, en contra del pueblo palestino.
Hay un objetivo esencial en la derecha: el negacionismo en derechos humanos, porque ocultar lo sucedido es una herramienta importante para impedir que la sociedad chilena reafirme su condena al oprobioso modelo de desigualdad social levantado a sangre y fuego por la dictadura que ahora pretenden presentar maquillándola. Tanto crimen solo provocó opresión social.
Aunque la pretensión de impunidad no es más que tratar de tapar el sol con un dedo, la causa de los DD.HH. adquirió carácter universal y ninguna afirmación de la derecha, por iracunda que sea, podrá borrarlo. Las víctimas del régimen dictatorial viven en la memoria histórica de Chile.
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