Es difícil no recordar, al momento de escribir esta columna, la frase que terminó por dinamitar la carrera del ahora ministro de Desarrollo Social, Giorgio Jackson, durante su paso por la Secretaría General de la Presidencia: "Nuestra escala de valores y principios dista de la generación que nos antecedió".
Todas esas palabras hoy son usadas en contra de su propio sector, el mismo que llegó al poder haciendo gárgaras de su "conexión" y "cercanía" con las demandas ciudadanas, la probidad y la transparencia en sus actos. Todas esas consignas hoy parecen vacías tras el escándalo que reveló la irregular situación de la Fundación Democracia Viva.
Contratos millonarios, tratos directos sin fiscalización, funcionarios que recibirían pagos tanto de la Seremi de Vivienda como de la misma fundación, vínculos irresponsables entre líderes de la fundación y autoridades del gobierno de turno... la lista suma y sigue.
En esta oportunidad, es importante hacer un reconocimiento a quienes levantaron la primera alerta respecto a este escándalo: los funcionarios y funcionarias de carrera que meses atrás alertaron de esta situación a la exsubsecretaria Tatiana Rojas, quien también deberá rendir cuentas respecto a su actuar, rozando la negligencia, al mando de esta situación.
Ante esta lamentable situación, la pregunta cae de cajón: ¿Es realmente la generación que hoy es oficialismo la que tiene una escala de valores y principios superior a la demás? Sus reacciones, tardías y erráticas, por cierto, no hablan necesariamente de una proactividad para responder a esta crisis, sino que a la necesidad imperiosa de reaccionar por miedo a que la bola de nieve siga creciendo y los impacte de peor forma. Es decir, mi respuesta a la pregunta es un rotundo no.
No, porque este episodio viene a sumarse a una serie de actos contradictorios que han ocurrido desde la llegada del Frente Amplio al poder: la fallida visita a La Araucanía, la errática postura en materia de seguridad, la posición negligente para resolver la crisis de salud que se avecina con las isapre, los paupérrimos resultados en materia de la educación, la despreocupación por el crecimiento económico y la exacerbada visión de avanzar en una reforma tributaria que contraerá la inversión.
El episodio de Democracia Viva ("vivaldi", o "vivaracha", como se ha descrito en otras partes) sólo revela la cara real de esa generación que pareciera mirar a sus antecesores desde un balcón en lo alto de la torre Costanera; esa que no apoya la subsidiariedad, siempre y cuando no sea la propia autosubsidiariedad.
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