Existe una generación.
Sí, existe una generación de jóvenes en Chile que está dispuesta y convencida de hacer del comunitarismo su bandera de lucha, su templo, su inspiración y su acción.
La Juventud Demócrata Cristiana de Chile no está ajena ni le pasa por el lado la crisis de los partidos tradicionales y en particular la de la Democracia Cristiana, pero quienes decidimos quedarnos militando en el partido de la falange, lo hacemos motivados por aquella convicción de que el mensaje social cristiano y comunitario tiene que tener un espacio en la agenda pública, y está de más decir, en la representación popular.
Ante un clima social que centra la mayoría de sus debates en el ámbito materialista, la batalla contra cultural que debemos dar los comunitaristas no se torna una tarea menor, más aún si a ese desafío le agregamos que lo queremos realizar desde un instrumento que no vive sus mejores momentos, en donde sus integrantes que suelen poner en el pie de firma “en la fraternidad demócrata cristiana”, a veces hasta han perdido la calidad humana, han dejado tirado a sus camaradas, los han desconocido, han vulnerado sus acuerdos, y han hecho de las disputas individuales el diario vivir de una comunidad política que una etapa de madurez, supo darle la transición a la democracia a un país que estaba profundamente fragmentado.
Es por eso que “la generación” que hoy centra su militancia activa en la juventud demócrata cristiana, tiene un desafío mayúsculo.
Debemos convertirnos en alternativa en un escenario en donde la centro derecha ha sabido administrar de brillante forma sus liderazgos más jóvenes, y en donde el Frente Amplio supo construir un modelo de relación y comunicación con la sociedad que tuvo sus primeros frutos en la reciente elección parlamentaria.
Tenemos una infinidad de cosas que aprender de esos procesos, y una batería de prácticas que cambiar si queremos ser alternativa real en las siguientes elecciones municipales y parlamentarias
Es hora de mirar hacia afuera, gran parte de quienes militamos en el PDC nos hemos pasado la mayor parte de nuestra militancia compitiendo con nuestros mismos camaradas, disputando espacios muy específicos afuera de las paredes de Alameda 1460.
Tenemos una oportunidad, si creemos en el mensaje comunitario, en su vigencia en la sociedad, en la rearticulación de los territorios con la mirada puesta en la persona, y somos capaces de soñar con la construcción de un espacio político que esté al servicio de los desafíos externos y no de las divisiones internas, por supuesto que vamos a poder ser alternativa en la sociedad.
Es momento de prepararse, de generar los cimientos para que desde nuestra juventud hagamos la superación positiva del Partido Demócrata Cristiano, la crisis tiene que asumirse, pero un estado de ánimo apocalíptico y una destrucción creativa del instrumento, tampoco es la solución para mantener vigente el ideario comunitarista en la sociedad chilena.
Estamos en un punto de inflexión, o acusamos el golpe y enmendamos entre todos el camino, o continuamos malamente conduciendo nuestro tren a un precipicio, la oportunidad de ponernos de acuerdo en cosas de fondo y desafíos comunes es ahora, no tendremos otro contexto más propicio ni probablemente las voluntades que hoy se respiran.
El “juventud chilena adelante”, sólo tiene sentido cuando le hablamos y buscamos representar a esa generación de jóvenes que hoy no ve en la DC un espacio para servir, es tarea de todos generar una herramienta propulsora de talentos y de espacios en donde los liderazgos jóvenes de nuestro país vuelvan a sentirse convocados, y esa convocatoria sólo se hace revolucionando, encontrando nuestra propia Reforma Agraria y tomando con la madurez que requiere la tarea que hoy tenemos, que es la de ponerle punto final o punto seguido, a la que un día fue la juventud política más grande de Chile.
Existe una generación.
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