Si alguien hubiese visionado la situación política de hoy, de seguro habría pasado por loco, a lo menos. Desde hace más de 30 años, la derecha y ultraderecha señalaban que la actual Constitución era buena y necesaria para el país. Que los problemas sociales, económicos y políticos, entre otros, no tenían nada que ver con la Constitución. La derecha producto del estallido social aceptó elaborar una nueva Carta Magna, mientras la ultraderecha lo rechazó porque se seguía oponiendo a ello.
Hoy, sorprendentemente, la derecha extrema -que sistemáticamente había rechazado cambiar la actual Constitución- propone aprobar un nuevo texto, claro que con su sello. En definitiva, con este voto, ahora reprueban la misma Constitución que ayer defendían.
Por su parte, la izquierda y la ultraizquierda, por los mismos años, cuestionaron la Constitución de Pinochet, a pesar de que el Presidente Lagos hizo algunas reformas posibles, pero que en definitiva no terminaban con el Estado subsidiario, su principal cuestionamiento. (Hay que dejar en claro que Estado subsidiario y principio de subsidiaridad no es lo mismo. El primero se refiere a una sociedad donde el Estado actúa en aquello que los privados no pueden o no quieren. El principio de subsidiariedad está en casi todas las constituciones. Para quienes homologan ambas visiones, significaría que Bomberos no debiera existir porque es el Estado el responsable de apagar los incendios)
Pero bueno, hoy este mismo sector sostiene que la Constitución actual es mejor que la propuesta y que los problemas centrales del país no pasan por el cambio constitucional. O sea hoy, al rechazar la propuesta, abogan por mantener la elaborada centralmente por Pinochet. Incluso los que ayer decían que cualquier nueva Constitución sería mejor que ésta.
Es cierto, la realidad política es cambiante, pero como para dar estas volteretas es insostenible. En definitiva, el país mira perplejo, sin entender nada y los políticos se desprestigian más día a día. ¿Dónde está el centro del problema?
Está en que priorizan los intereses políticos más inmediatos por sobre el interés común del país. No son capaces de analizar objetivamente las propuestas de ayer y de hoy, sino que todo lo hacen pasar por el prisma de su ideologismo y por lo mismo su argumentación no responde a una mirada objetiva, sino que en lo que ellos se afirman para justificar su actuar. Incluso están dispuestos a hacer de los supuestos verdades indiscutidas, mentir directamente o generar incertidumbres en la población para que ésta actúe emocionalmente y no racionalmente.
Porque saben que el país está cansado con este ejercicio constitucional, ahora todos acuerdan que sea cual sea el resultado no perseverarán en un nuevo proceso. Se comprometen con una firma que todos saben que mañana, podría revivirse, según sus conveniencias políticas. ¿Un año más? ¿5 o 10 años más? Sin duda que en algún momento revivirá y sin duda en todo estos años viviremos en una inestabilidad, la misma que se transformará en un dolor permanente que podría recrudecer con los conflictos sociales y que para los inversionistas es un signo de inseguridad.
El país hoy le reclama a la política chilena su incapacidad para llegar a acuerdo, lo más querido por el país según todas las encuestas. Se farrearon la oportunidad ayer la izquierda y si fracasa ahora, también la derecha.
Con una tremenda irresponsabilidad, saben que con ésto están pavimentando el camino al populismo, están generando un descontento que busca que los tradicionales actores de la política pasen al olvido. Si ayer se creyó que el Frente Amplio podría ser esa renovación de nuestra política y por la que obtuvieron gran votación, hoy se constata que es más de lo mismo y además con inexperiencia.
Invito a todos los lectores a que, en esta oportunidad, no respondan mecánicamente a lo que piensa su determinado sector, sino que, por el bien del país, hagan el esfuerzo de leerla y compararla con la actual. Para ello les sugiero leer un informe de Clapes UC, un organismo académico más independiente que las visiones sesgadas de los partidos políticos.
El futuro del país depende como siempre mucho de nosotros. Es preciso que nos demos el tiempo y votemos informadamente, pero a través de la misma constitución y no nos dejemos manejar por esta política manipulada por intereses propios y no del país.
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