La lucha mapuche no se soluciona sólo con un llamado al diálogo

Parto formulando una pregunta concreta, cuya respuesta, con el paso de los años, he ido poco a poco respondiendo, ¿cuál es mi rol en la sociedad?, no sólo por ser joven profesional, sino por ser mapuche, hijo de un pueblo milenario y proveniente de una comuna humilde y postergada de la Región de la Araucanía, Purén Indómito.

¿Cuál es mi lucha como joven mapuche en el Chile de hoy? El ser joven no es sólo un privilegio, es un bien para la sociedad, por lo que debemos poner en práctica nuestra vocación de transformación social, nuestra capacidad creativa y nuestro razonamiento critico. Hoy, la discriminación continúa, cuántas veces hemos escuchado decir que somos "mapuchones aprovechadores, borrachos y flojos". Para muchos, uno no pasa más allá de ser un “indio", con formación, pero igual "indio" al fin y al cabo.

Vemos cómo dramáticamente se desintegran nuestras comunidades y se ejecutan persecuciones políticas, policiales y judiciales hacia los jóvenes mapuche, he vivido en carne propia estas persecuciones demostrando mi inocencia una y otra vez, dejando en evidencia que, para algunos, el solo término mapuche, significa delincuencia y encierra un peligro inminente.

Los ejemplos de cómo a nuestro pueblo se le castiga, lamentablemente sobran: la aplicación de la Ley Anti-terrorista a mapuches que viven de la agricultura para poder subsistir.

Lo cierto es que el Estado está lejos de resolver la génesis de la discordia, mediante este tipo de métodos que no hacen más que ahondar en la discriminación de la que ha sido flanco el pueblo mapuche, que sigue siendo oprimido, pese a estar ya en el Siglo XXI.

Es evidente que muchos de nuestros representantes políticos no tienen claro por qué luchar, por el contrario, murieron las utopías. Esto ocurre, mientras, en paralelo, gigantescos movimientos corporativos indiferentes a los valores de la democracia y la justicia social, se afianzan en estructuras de poder por sobre, incluso, el propio Estado.

Hasta ahora, escasean los esfuerzos por soluciones reales. Se suele creer que con entregar varios millones de pesos para comprar tierras, mediante la CONADI, la creación de un Ministerio para los Indígenas, sin los indígenas (la consulta se aplicó a 6 mil personas de 1.5 millones de indígenas), más programas de educación, salud y capacitación, o con simples llamados al diálogo de las partes en conflicto, se soluciona lo más urgente. Todo reducido a dinero.

La gran herencia que nos dejó el pasado son la violencia y la impunidad para el transgresor, pero nosotros no podemos volver atrás, debemos avanzar, la inteligencia y el diálogo tienen su sitio preferente, deben escucharnos los que se hacen los sordos. En caso contrario, veremos aparecer la intolerancia y la fuerza como mecanismo de solución de problemas.

No buscamos satisfacer nuestra sed de autonomía cayendo en el odio, degenerando nuestras protestas justas en violencia física. Es alarmante constatar que los gobiernos han llegado al extremo de recurrir a la violencia para manifestar su desacuerdo con nuestras reivindicaciones.

Esta lucha no debe llevarnos a desconfiar de toda la gente no mapuche, varios de ellos, nos han ayudado. No somos racistas ante el resto de la sociedad, basta con observar los vínculos de solidaridad entre los pueblos indígenas y las clases sociales más postergadas del país, nos hacen concluir que su destino está amarrado al nuestro ya que los participantes directos en la administración del sistema actual, apuntan al desarrollo de pequeños grupos económicos, no las grandes masas sociales postergadas.

El desafío consiste en que seamos capaces de instaurar una nueva forma de liderazgo, que permita ir generando y levantando una sociedad solidaria que dé igualdad de oportunidades a todos.

No podemos caminar solos y en este camino la promesa consiste en que trabajemos juntos, dejando de lado todo lo que nos diferencie y divide, trabajando sobre lo que nos asemeja y une, ubicándonos sobre las diferencias religiosas, inclusive, y antes de decir “no nos ayudan”, nos ayudaremos primero nosotros mismos y jamás dejemos de luchar por lo que nos corresponde.

Estas son las palabras de quien sueña con un mañana mejor para Chile, los pueblos originarios y los postergados y debemos trabajar, ahora, en el presente. Si estás de acuerdo, entonces, lucha por forjar el futuro de nuestros hijos y el de nuestro pueblo.

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