La política nos da lo mismo, quién nos gobierna no

Verónica Rabb
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La última encuesta CEP evidenció un hecho que está instalado hace ya tiempo en la sociedad chilena: La despolitización. Un 64% de los chilenos y chilenas no nos identificamos con ninguna posición política. Perfecto. La política nos da lo mismo, quién nos gobierna no.
El estudio de opinión mostró que la evaluación del Presidente Sebastián Piñera alcanzó una desaprobación de 50% y cayó 12 puntos en la aprobación -respecto al último sondeo de diciembre 2018- hasta el 25%.

A ello se suma que los encuestados le pusieron nota roja al desempeño del Gobierno en los ocho ítems medidos: Transporte público (3,7), crecimiento económico (3,6), educación (3,5), inmigración (3,4), empleo (3,4), delincuencia (3,1), salud (3,0) y pensiones (2,8).

Llama la atención que el debate generado se enfocara desde un concepto de déficit ciudadano: Es el ciudadano el que muestra un bajísimo interés en los temas políticos y un involucramiento prácticamente inexistente en actividades políticas, es el ciudadano el que no conversa de política con la familia o con los amigos y son sólo muy pocos los ciudadanos los que han trabajado alguna vez en una campaña o con una candidata o candidato. Pero la política también se ha despolitizado. No pensarlo es ser miope.
Si bien vivimos con mucha más información que antes, y mucha de esa información llega hasta nosotros a través de las redes sociales y de la comunicación instantánea, la ciudadanía se ha tornado impenetrable al discurso de la política. Tanto la anécdota popular como la consideración reflexiva y sopesada coinciden en un desprestigio de la política.

En esta neblina de desprestigio encontramos una combinación de políticos, empresarios y tecnócratas que deciden lo que conviene que suceda, pero no lo que los ciudadanos y ciudadanas necesitan que suceda. Ejemplos sobran. Son evidentes y conocidos. El tema más candente es la ausencia de la ministra de Educación en la búsqueda de soluciones para terminar el conflicto con profesores y estudiantes.

Asistimos a un espectáculo que ha venido desplegando una sorprendente lentitud en ir a las raíces de los problemas e intentar resolverlos para y por la ciudadanía. Al parecer, la política sigue una estrategia de buscar activamente el olvido y la pereza mediante la inacción ante temas colectivos urgentes.

Culpar de despolitizados a las y los ciudadanos resulta mezquino si pensamos que el nivel de conversación de los políticos y el tempo de la política ha disminuido como si entraran en un bosque después de una loca carrera a orillas de la playa. Algunos dirán que los problemas se resolverán, pero lo cierto es que no pueden hacer que se pudran en el olvido.

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