Lecciones de Martin Luther King Jr. para el Chile de hoy

El recuerdo de la vida y muerte de Martin Luther King Jr. -asesinado un 4 de abril de 1968 en la ciudad de Menphis- nos invita a reflexionar sobre las luchas sociales y la no violencia activa, sobre todo en el Chile de hoy, donde se hace común asociar la movilización social a la violencia, olvidando rápidamente que la principal violencia siempre será la estructural y esta proviene de muchas formas de los grupos de dominación que buscan conservar su modelo y su poder.

Es por eso que los poderosos, los privilegiados, los que reciben la tajada mayor en una sociedad injusta, siempre han sostenido su poder y sus privilegios con la violencia, hoy tal vez más sutil y quirúrgica. Toda acción política que propicie el equilibrio de esa fuerza con otra igual o superior, basada en la dignidad, en la libertad y en la organización que triunfa en las urnas, sufre del intento de su destrucción a través de la construcción de relatos falsos de lo que es su ideario, de la banalización de sus proyectos y del ejercicio directo de la violencia comunicacional, policial, militar o para-militar.

Martin Luther King no es un icono inofensivo de la conciliación social, en sentido estricto no es un pacifista, es un crítico radical del capitalismo y el militarismo de Estados Unidos. Pero además buscó crear un movimiento democrático de personas y comunidades por los derechos civiles, sociales y políticos, basado en la acción unificada de todos los sectores oprimidos de la población.

Por ello es que en 1967 lanzó su campaña interracial de "El Pueblo Pobre", una iniciativa que buscaba justicia económica para todos los estadounidenses empobrecidos. También se convirtió en uno de los críticos más francos del ataque estadounidense en Vietnam, denunciando lúcida y valientemente al gobierno de los Estados Unidos como el "mayor proveedor de violencia hoy" en su discurso de la Iglesia Riverside de 1967.

Aunque comenzaría su lucha principalmente contra el racismo, luego de lograr la ley de los derechos civiles de 1964 aborda otros temas que requerían una acción y un compromiso para su transformación. Era el caso de la pobreza que seguía sufriendo la sociedad americana, en particular los afroamericanos, y el militarismo. Su interés por temas como la guerra de Vietnam, significa que su búsqueda de la justicia y la igualdad iban más allá que la simple conquista de los derechos civiles. Él no sólo luchó contra la desigualdad que sufría la comunidad negra de su país, sino que lucho contra todo aquello que le parecía injusto, lo que significa que fue mucho más que un líder del movimiento por los derechos civiles.

Tenía la convicción de "que no podemos resolver nuestros problemas ahora hasta que haya una redistribución radical del poder económico y político". Creía que era el momento "de plantear ciertas preguntas sobre toda la sociedad... estamos comprometidos en una lucha de clases... lidiando con el problema del abismo entre los que tienen y los que no tienen".

Reconoció la necesidad de la lucha interracial y las contribuciones que los blancos habían hecho al movimiento de los derechos civiles, en la convicción que la unidad de los oprimidos produciría las transformaciones necesarias, por lo que su lucha no sólo era racial.

Por todo esto, nos enseña que la no violencia es una estrategia de lucha política, pero esencialmente es una cosmovisión del ser humano, de la humanidad, de la naturaleza, cuya doctrina ética se basa en la dignidad de toda persona humana y en los principios de igualdad y de no discriminación. También es la forma más eficaz y posible de lucha política-social ya que no consiste en la pasividad frente a los conflictos, sino en enfrentarlos de la manera que resulte más eficaz a las condiciones objetivas y materiales con la que cuentan los pueblos.

Sin duda, creía y vivía que el futuro de la no violencia pasa por discutir, difundir y consolidar una cultura de paz y de educación para la paz.

Martin Luther King, su filosofía y su método de lucha, parecen ser un buen ejemplo a seguir por los chilenos y chilenas que creemos en la justicia y la paz. Teniendo en cuenta la esperanza que inunda el proceso que vivimos con el Gobierno del Presidente Boric, es que se debe buscar despertar las conciencias, invitar a que todas/os asumamos la responsabilidad de que se deben convertir en realidad los valores, las actitudes y los comportamientos en la que se inspira la cultura de la paz, liberar la generosidad, preservar el planeta y reinventar la solidaridad.

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