Lo conocí

Manola Robles
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Pasó a la historia. Se lo ganó, en mil y una batalla. Su mayor desafío, asumir la Presidencia con el dictador de Comandante en Jefe del Ejército, un 40% de pobres, una inflación de 30% y un pueblo que lo esperaba todo: justicia, trabajo, libertad, educación, salud, vivienda. Una mayoría que tenía esperanza.

Lo conocí como periodista, Radio Cooperativa y los diarios La Época y Fortín Mapocho lo acompañamos desde el inicio de la campaña, luego se sumarían otros medios (1). Un hombre sencillo, que nunca agotó su capacidad de sorpresa al constatar el entusiasmo de quienes eran partidarios de la democracia. Ciudades y pueblos desbordados, en una fiesta de colores en que todos eran uno.

Una campaña con riesgos, como cuando al bimotor en la mitad del vuelo sobre el mar, que nos llevaba desde Aysén a Puerto Montt se le rompió el tanque del aceite, el piloto apagó ese motor, para evitar un incendio y luego el otro. El siguió leyendo el diario, mientras alguno cantaba tangos, yo grababa un testamento de conducta para mis hijos pequeños y otro recitaba poesías. Él no se inmutó, bastaba con el resto. El piloto se devolvió, planeó y aterrizó sin problemas. No pasa nada, hay que confiar en Dios, si él quiere, será, decía don Patricio.

Y ganó la elección. Le dije a los pocos días, que porqué no se hacía un baile, tal vez con disfraces para celebrar la llegada de la democracia. Respondió ¿y usted cree que la democracia es una fiesta? No lo era y no lo fue.

Ejercicio de enlace, debido a la investigación de los "Pinocheques", el boinazo del 29 de mayo de 1993, al reabrirse  el caso, cuando Aylwin estaba en Dinamarca con militares vestidos de campaña, rostros pintados, acuartelamiento, en fin lo conocido.

Don Patricio se enfureció, el objetivo de Pinochet, además de impedir la investigación era obligarlo a retornar al país. El Presidente no cedió, Enrique Krauss Vicepresidente, manejó con eficiencia el delicado momento, apoyado por Belisario Velasco, y Aylwin siguió su ruta, dando instrucciones y manteniéndose permanentemente informado. No cedió en este punto.

Hay que imaginar lo que sentíamos los chilenos en esos momentos, a sólo tres años de recuperada la democracia con el dictador haciendo de las suyas.

Aylwin en sus giras internacionales, abría paso al sector privado, para conquistar mercados para sus productos, e invitar a los inversionistas extranjeros a hacerlo en Chile con los mismos derechos y obligaciones que los chilenos.

Su ministro de Hacienda, Alejandro Foxley, preocupado (entre otros asuntos de su cartera) siempre de cómo apoyar, sustentar y hacer surgir a la otrora clase media.

Conoció a los grandes líderes mundiales, también a Fidel Castro, en México. Lo recibió para una conversación formal la que se extendió latamente. Quedó encantado según confesó. "No corrió sangre" como algunos esperaban.

Un hombre sencillo, siempre, la misma casa, como ahora se ha destacado, en Santiago y Algarrobo. Jugador de ping pong, con su rival Edgardo Boeninger, le gustaba subir el San Cristóbal o cualquier cerro, acompañado de sus nietos. La comida rica, un vaso de vino tinto, nadar, leer de política, historia, derecho, especialmente.

Quién podrá olvidar cuando aprendiendo lo que sentía la juventud  de la época, sus gustos musicales, escuchó a Los Prisioneros y se quedó con "chuteando piedras". O en un discurso, aludiendo al desastroso estado en que heredó la salud estatal y los remedios que se daban en los consultorios mencionó a la "piridona", queriendo decir dipirona. Después se reía. El reía a carcajadas, cuando lo hacía. Y se enojaba mucho, cuando algo lo molestaba. Pero al final, siempre primó en su personalidad la prudencia. Escuchaba con atención, se involucraba con el interlocutor, nunca hacía nada por cumplir. Era capaz de emocionarse hasta las lágrimas, cuando algo le llegaba al alma.

Mucho se ha dicho en estos años. "Todo tiempo pasado fue mejor" se dice. Nuestra memoria es dinámica, más aun la colectiva, reescribiéndose día a día según nuestros deseos actuales, llevando el volumen al plano, los grises a negro y los brillos a blancos.

Con ironía y desprecio se ha acuñado el dicho de 'la democracia de los acuerdos', probablemente en las monedas de a peso, y se ha manoseado la frase de 'la democracia en la medida de lo posible', y es lógico que sea así, ya que cada vez son menos los que presenciaron la historia de Chile desarrollarse en la manera que se dio, y son muchos los que han elegido olvidar los sacrificios que se hicieron para, sea bueno o malo, llegar hasta donde estamos.

Patricio Aylwin fue un protagonista de la historia, quien después de haber sido un opositor férreo al gobierno democrático de la Unidad Popular, así como muchos demócratacristianos, comprendió el horror que se había cometido en nuestro país.

Por supuesto que existieron muchos que tomaron medidas más radicales. Sin embargo, fue este otrora Presidente quien finalmente tomó el liderazgo de un proceso pacífico para llevar un tambaleante y herido Chile a recuperar la dignidad de que sean sus ciudadanos, nuevamente para bien o para mal, quienes decidan sus destinos.

Es bueno recordar este accidentado camino, de Democracia Vigilada, cuando se legitimaron las leyes actuales con senadores designados, y teníamos ejercicios de enlace o boinazos, cada vez que se tocaba la corrupción del dictador y  los suyos.

Hoy criticamos, pero olvidamos que fue un casi octogenario quien se transformó en el límite entre derramar más sangre inocente de chilenos y poder llevar una vida en paz.

Don Patricio ya está en la Historia de Chile.

( 1) Mi recuerdo a los periodistas Vladimir Aguilera (fallecido), de Fortín Mapocho; Lucy Dávila y Jesús Inostroza (reportero gráfico) de La Época; Silvia Rivera, secretaria de prensa del PDC y del ex Presidente durante la campaña; y María Eugenia Saavedra (fallecida) quién reporteó La Moneda, cuando asumió la Presidencia.

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