Los candidatos ilusionistas

Andrés Velasco y Claudio Orrego han manifestado la pretensión de que sus liderazgos renueven la oposición. Si bien ninguno de los dos es un dinosaurio de la Concertación, es sumamente difícil intentar desmarcarse de ella, en circunstancias que sus nominaciones finales dependen del conglomerado.

Ambos pretenden competir en una primaria que solo es una ilusión, porque –con o sin Bachelet- ninguno tiene el músculo necesario para ganarla.

Las primarias tienen un claro propósito: evitar temporalmente la fuga de la Concertación hacia otras candidaturas y dar una sensación de unidad aparente en sus filas.

Velasco y Orrego venden la ilusión de que existe una esperanza de ganar esa primaria y renovar la Concertación desde dentro. Ambos son incapaces de ganarla, ya que uno no cuenta con partido que lo respalde y el otro podría llegar a contar eventualmente con una DC que no tiene músculo suficiente para el acarreo electoral de una primaria.

A pesar del escenario desfavorable para ambos, debemos reconocer que sus candidaturas son intentos valiosos. El problema no radica en ellos, el problema es que sus motivos de renovación se anulan si pretenden ser representados desde dentro del conglomerado opositor.

La Concertación que ofreció exitosamente transición y crecimiento, ya no es la misma. Murió. Hoy está secuestrada por los poderes fácticos que desde su interior pretenden controlarlo todo y frenar los cambios que el país reclama. Aquellos –tal como sectores en el oficialismo- les gustaría conservar el status quo.

Es difícil encarnar la renovación y un relato contra el abuso, haciéndolo desde ese lugar.Ya nadie les cree que puedan ordenar un proyecto que se frustró por la ansiedad de volver al poder.

Mientras Velasco y Orrego dan la pelea, la mayoría del conglomerado tiene puesta sus esperanzas en Nueva York. Algo así como “que vuelva Bachelet para que lo único que cambie es que estemos nosotros en La Moneda”.

Aquello demuestra que mayoritariamente la Concertación no pretende renovarse y debido a sus ansias de poder, esperan volver al Chile del 2005, lo que ahoga todo intento valioso de Velasco y Orrego, transformando sus candidaturas presidenciales en una ilusión para contener.

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