Mercado, ¿y ahora quien podrá defenderme?

Las cifras dadas a conocer recientemente por el Secretario General de las Naciones Unidas son dramáticas para nuestra América Latina. Como efecto de la crisis económica y social generada por la pandemia global del COVID 19, en el presente año habrá 45 millones de pobres (un 7% más que en el 2019) y 44 millones de desempleados (18 millones más que en 2019).

Frente a esta realidad, una convicción mayoritaria surge, en la mayoría de nuestros países: no ha sido el mercado la herramienta capaz de enfrentar la pandemia.

En síntesis, el paradigma neoliberal que al límite plantea que “el rol central lo desempeña el libre mercado y que eso resuelve todo, y que el Estado debiera ser minimalista y ausente” ha fracasado.

No podemos todavía saber con certeza si el mundo pos-pandemia será mejor como muchos desearíamos o será igual o peor que el que hemos vivido.

Sin embargo, la convicción cada vez más indiscutida que destacamos, traduce nuestro convencimiento que, frente a la actual situación y a los escenarios de incertidumbre que nos seguirán acompañando por ésta u otras crisis similares, necesitamos avanzar hacia la consolidación de un Estado promotor y regulador, fuerte y eficiente, garante del bien común y los derechos humanos, sociales y económicos.

Claro, no se acabarán el capitalismo ni el mercado, ni resurgirá automáticamente un socialismo real a la antigua, pero por convencimiento de la elite política o de manera impuesta por el pueblo movilizado, podemos postular que se avanzará en la dirección de consolidar una visión de Estado como la que señalamos y que la democracia representativa asumirá nuevas formas de participación directa y más cercanas a la gente en un contexto de respeto y aceptación de la diversidad de nuestros territorios regionales y comunales.

Ello sólo conduce a la necesidad de reafirmar la realización del plebiscito de octubre, hoy más necesario que ayer, y de trabajar porque abra paso a una nueva Constitución.

Agreguemos a lo anterior otra constatación: el mundo ha estado mejor sin nosotros, con menos contaminación y con la naturaleza recuperando espacios en los que el hombre la ha arrasado.

Por lo mismo, imagino que ese nuevo Estado construido como la casa común que nos identifique y nos pertenezca realmente a todos los chilenos tendrá, ante las realidades derivadas de la pandemia y a los escenarios de incertidumbre que deberemos transitar y ante el objetivo nacional de un desarrollo humano y sustentable, como prioridades de la política pública, al menos las siguientes: priorizar la salud y la educación pública en el marco de derechos sociales reconocidos como indispensables para la dignidad de la persona humana; apostar por el desarrollo de la ciencia y la tecnología para generar y cuidar capacidades endógenas que, por lo demás, han aparecido con fuerza ante la emergencia; impulsar una cultura de emprendimiento en un sentido amplio y extendido a todas las áreas del quehacer técnico y profesional dotando a los emprendedores de habilidades para visualizar emprendimientos sustentables utilizando modelos de negocios dinámicos y sustentables; promover la innovación, ciertamente al interior del propio Estado y con foco en innovación frugal para resolver necesidades de las comunidades carentes;  promover y consolidar la revolución digital con sentido humano e inclusivo y enfrentar con decisión los efectos del cambio climático.

Ante el escenario que vislumbramos, se explica la interrogante desesperada del mercado por mantener su rol hegemónico y totalitario en la toma de decisiones sobre el desarrollo del país en todos los ámbitos.

¡Es de esperar que los Chapulín Colorado que hasta ahora han estado en cuarentena mantengan por un buen tiempo su confinamiento!

Desde Facebook:

Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado