Miguel Otero, hacia la construcción de una nueva cultura

Pablo Hales
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Hace unos días el reconocido líder ideológico de Renovación Nacional, se permitió proferir unas declaraciones que causaron molestia y rechazo.

Mucha gente se refirió a este señor como si hubiera enloquecido repentinamente.

Yo creo que no.

Yo creo que el señor Otero no enloqueció, sino que dijo exactamente lo que él piensa y ha pensado por mucho tiempo. Dijo lo que está en la base de la ideología de su sector político. Lo que hizo Otero fue ponerse en evidencia.

Yo tengo otro tipo de formación y creo en otras cosas.No creo que yo sea bueno, ni que mi opción represente por sí misma un modelo a seguir. Pero yo creo en la construcción de otro tipo de cultura. Una cultura de respeto a las personas y sus derechos.

Y creo que el resultado de las últimas elecciones lo deja en evidencia: Chile no quiere más lo que representa Otero y su sector político.

El señor Miguel Otero fue un importante líder de la Derecha, hasta hace muy poco.No es un anciano senil retirado a su fundo, un viejo gagá como intentan hacerlo parecer.

Parece que ese es el estilo de la Derecha para deshacerse de sus líderes, así lo intentaron hacer creer en el caso de Pinochet, para eludir su responsabilidad.

Fue embajador designado por el Presidente Piñera en Buenos Aires, en los primeros meses de su Gobierno y debió renunciar cuando se permitió alabar a la Dictadura Militar de Pinochet. Hasta hace menos de cuatro años.

Y estas declaraciones las vertió en un curso de capacitación política realizado para captar jóvenes en RN, realizado hace un par de días. Esto es actual.

Como la gran mayoría (sino todos) los actuales líderes de la UDI y de RN, el señor Otero fue partidario público de la Dictadura militar. Y negó la existencia de centros de detención política, negó la persecución de los opositores a Pinochet, negó a los detenidos desaparecidos.

Ya sea por acción u omisión, siendo un importante líder de la Derecha, negó todo lo que los opositores a Pinochet reclamaban, es decir fue cómplice activo de los crímenes de la Dictadura.

Seguramente se debe haber enriquecido por su complicidad. Como muchos otros, debe haber recibido muchas distinciones por haberse “portado bien”. Debe haber accedido a buenas oportunidades y condiciones especiales.

El señor Otero representa a su partido y a su gente. Lo que ha dicho el señor Otero es inadmisible. Los que creemos en el respeto de los derechos de las personas, partimos de ciertas bases mínimas y estamos en contra de estas discriminaciones arbitrarias y de otras prácticas que apoyaba Otero y su gente, como la tortura, la prisión política y el exilio.

Otero y su gente no.

Y yo creo que más allá del atractivo particular de la Presidente Bachelet, el castigo electoral que sufrió la Derecha (que perdió un millón de votos) se debe a que la gente hoy está informada y no es estúpida. Las personas normales (como dice Otero) creemos en el respeto a nuestros Derechos y no aceptaremos ser gobernados por gente que no cree en estos mínimos.

No es posible pasar de ser partidario de Pinochet y de la Dictadura por más de 20 años, de ser cómplice (activo o pasivo) de una Dictadura militar, de ser partidario del exilio y la tortura, de permitirse tratar de extremistas y terroristas a los opositores políticos para sustentar y justificar los atentados a los DDHH, de pasearse por los foros internacionales para defender todas estas aberraciones y esperar que tras 40 años y una vuelta de carnero, la gente se olvide y les crea lo que la Derecha ha tratado de hacernos creer.

No, no vamos a creer que ahora el Sr. Otero, la Sra. Mathei, el Sr. Allamand, el Sr. Longueira, el Sr. Lavín, el Sr. Jarpa, el Sr. Pérez y un largo listado de señoras y señores, son ahora unos grandes demócratas y además defensores de los perseguidos y de los oprimidos.

Cuando se ha tenido este tipo de conducta, de tal nivel de aberración, no basta con decir que uno cambió. Se requiere al menos asumir la responsabilidad y eso se traduce en varias opciones: prisión cuando es responsabilidad penal, ostracismo o retiro de la política como mínimo acto de contrición o intentos abiertos y claros de reparación.

Un país no puede admitir ese tipo de conductas y no puede volver a construirse, mediante el silencio y la omisión.

En esto, veo dos esperanzas. Que el pueblo de Chile tuvo la sapiencia de castigarlos electoralmente y que parece que hay algunos jóvenes en la Derecha que están por otras cosas.Liderados por uno de los pocos personeros de ese sector que si es un demócrata probado, como el Presidente Piñera (que votó por el NO en 1988 y en 1980 y sí habla de Dictadura, no como Allamand y Longueira que no se atrevieron ni siquiera a usar esa palabra); es posible que estos políticos más jóvenes que ni siquiera actuaron en la Dictadura y que no están tan vinculados, abran otros espacios más razonables.

Porque este país está cambiando y se está construyendo una nueva cultura de respeto e inclusión.

Me gustaría dar como ejemplo la intervención de Luis Larraín, el joven Presidente de la Fundación Iguales, en el programa Tolerancia Cero hace unos domingos.

Yo no soy homosexual y como abogado, descendiente de árabes y rockero a la antigua tengo una natural tendencia a la homofobia y al machismo. Pero creo que la realidad me ha empujado a entender y respetar. Tal vez mi historia personal de “levemente marginado” (desde la opción política hasta la musical) me ha permitido empatizar.

En el programa Larraín, explicó su proceso personal de descubrimiento de su identidad sexual y uno de los panelistas, un hombre inteligente y aparentemente abierto de mente le preguntó si él cuando había descubierto su inclinación homosexual no había intentado detenerla, como si al darse cuenta de esto él hubiera podido decidir no ser lo que se dio cuenta que era.

Eso es un botón de muestra de la cultura del siglo XX.

Se acabó señores, bienvenidos al siglo XXI.

Construiremos un nuevo mundo, con una cultura abierta y nueva, donde se respeten los derechos de todos, donde todos quepan, donde todos puedan hablar sin ser perseguidos. Donde todos tengan derecho a ser quienes son. Con el único límite de respetar el mismo derecho a los demás.

Donde se respete a todos.

A todos, hasta Otero.

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