Mucho ruido y pocas nueces

La inseguridad y el temor a la delincuencia son por lejos la mayor preocupación de todas las familias en nuestro país, no es un secreto el cómo los índices de victimización y de comisión de delitos de alto impacto han crecido peligrosamente.

Factores y explicaciones hay varias y sin duda, todo este conflicto social es una problemática de Estado, que ya superó cualquier gestión de los gobiernos anteriores, y que, por cierto, no con resultados satisfactorios.

Hoy nuestro país vive un fenómeno bastante especial con la delincuencia, por un lado, el terrorismo en la macrozona sur, el delito profesionalizado exportado desde Aragua y nuestras no menos violentas bandas locales dedicadas al robo de vehículos, que nos tienen ahogados y abrumados, quizás como nunca antes en nuestra historia. Cabe de cajón preguntarse ¿qué es lo que está haciendo el gobierno? y la respuesta no es de ninguna sorpresa. No mucho.

Hay que reconocer el giro positivo que significó el ingreso de Carolina Tohá al Ministerio del Interior, que estuvo acéfalo en la práctica entre marzo y septiembre, se anunció un nuevo trato y un rejuvenecido llamado a la unidad nacional, tras disipados los humos de la retórica, no mucho ha pasado. Eso en buena parte por las contradicciones internas de las dos almas del gobierno, por un lado, el Socialismo Democrático de quien no dudamos de su interés de establecer con firmeza la defensa y el imperio de la ley, pero ese interés y entusiasmo choca con la permisiva tolerancia de buena parte de la izquierda chilena con la violencia.

Solo un dato, hay parlamentarios del Partido Comunista y del Frente Amplio que han votado en contra todas las extensiones del estado de Emergencia en la macrozona sur, netamente por gustitos ideológicos. Vamos a pasar lo que opinaban del orden público, las policías y el endurecimiento de las leyes, las actuales autoridades gobierno, partiendo por el propio presidente.

La delincuencia está logrando ser un efecto psicológico en la vida cotidiana de las personas, no hay conductor que no vaya llegando a su casa y no se le pase por la cabeza la idea de ser víctima de portonazo. Así de crítica y compleja es la situación y nuestra clase política, para variar, en las nubes.

Llegó la hora para el Estado de imponer sus términos frente a los delincuentes y para lograr aquello, la intervención debe ser con toda la fuerza legítima que existe en el derecho, no solo desde la fuerza policial, también con la presencia del Estado en zonas donde su ausencia es casi un acto de negligencia criminal. Es urgente actuar, por ahora seguiremos esperando que este gobierno actúe con adultez. Por ahora mucho ruido y pocas nueces.

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