A propósito del debate constitucional, queda en evidencia quienes utilizan el lenguaje del odio que profundiza la división entre los chilenos y chilenas.
Desde luego, el excandidato presidencial José Antonio Kast ha llevado la voz cantante a través de sus redes sociales con mentiras y odio concentrados en la joven figura del Presidente y sus compañeros de generación, y distorsionando ante los chilenos las responsabilidades en temas que importan a los chilenos como la seguridad, las pensiones, la salud y la reforma tributaria.
Incluso, en relación con los derechos humanos y con motivo de cumplirse los 50 años del golpe de estado, ha intentado falsear la historia levantando la imagen del dictador Pinochet como "un gran estadista" que, aparte de los indesmentibles crímenes de lesa humanidad, entregó un país con un 50% de pobreza. Como si fuera poco, en la franja electoral de la derecha, se ha difundido diariamente el slogan: ¡Qué se jodan!
Pero más allá de estos antecedentes, ¿de qué se trata un debate y una propuesta constitucional? Desde luego, no se trata de caer en la trampa de discutir artículo por artículo y en la necesidad de concentrarnos solamente en la lectura del texto propuesto.
No olvidemos el origen del proceso. Existe un cuestionamiento mayoritario a la Constitución del '80, por su génesis y por sus contenidos, a pesar de reiteradas reformas intentadas por los gobiernos de la Concertación. Y no olvidemos, a pesar de que livianamente muchos intentan negarlo, éste fue tema de las demandas relevantes levantadas por la movilización social en el estallido social de octubre de 2019. Y fue una comisión parlamentaria que acordó enfrentar la crisis abriendo las puertas a la participación ciudadana en la elaboración de una nueva Constitución. El 80% ratificó en un plebiscito esta necesidad.
Como sabemos, es claro que el primer proceso fracasó, distorsionado por algunas visiones delirantes y por comportamientos extemporáneos, y que enfrentó desde el primer día una campaña millonaria de desprestigio por parte de la derecha económica y la derecha política. Seguimos pensando que las temáticas principales que ese proyecto constitucional incorporaba merecían votar APRUEBO y acordar las modificaciones que fueran necesarias.
Ahora este segundo proceso manejado por la derecha, con soberbia e intransigencia, seguirá la misma suerte y fracasará nuevamente. Desde el humanismo cristiano, la Democracia Cristiana, con una rotunda mayoría de su Junta Nacional ha llamado a votar EN CONTRA.
Más allá del articulado, ¿cuáles son los postulados que deseamos ver plasmados en una nueva Constitución los demócrata cristianos?
Pues bien, amigos lectores, nada de esto será posible con la aprobación del texto constitucional que hoy nos propone la derecha. Por eso, la Democracia Cristiana votará y llama a votar EN CONTRA.
Para que mantengamos abiertas las puertas para construir una sociedad buena y justa para todas y todos los chilenos. Y para que trabajemos junto al gobierno para resolver, con el acuerdo en el trabajo legislativo, las grandes reformas pendientes y que, legítimamente, la mayoría ciudadana reclama, desde la seguridad hasta las pensiones, y que hasta ahora la derecha continúa obstruyendo y distorsionando. Precisamente ¡Para que nadie se joda!
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