¿Por qué me acuerdo hoy del doctor Kaplan?

"En el hombre hay más cosas dignas de admiración que de desprecio", formuló Albert Camus en su novela La Peste. En ésta, la ciudad argelina de Orán se ve cercada a cusa de una epidemia, que no es otra cosa que una metáfora de las miserias que aquejan al espíritu humano: enfermedad, muerte y el absurdo del mal.

En la Orán de Camus y en nuestro país, Jorge Kaplan fue uno de los hombres que lucharon contra estas penurias y que transformaron su existencia en un combate cotidiano contra todo lo que denigre la vida humana.

Bien lo supo la joven María Elena Peñaloza, de 24 años, que padecía una vulvopatía congénita con dilatación del miocardio y a quien, en una intervención que se prolongó por dos horas y 49 minutos, Kaplan le insertó el corazón de Gabriel Véliz, de 21 años, muerto a causa de un tumor cerebral.

Este hito es sólo la punta del iceberg de la excelencia que representaba el eminente galeno. Este lituano por parte de padre y alsaciano por lado materno, cursó sus estudios secundarios en el Instituto Nacional y forjó su vocación en la Universidad de Chile, donde costeó sus estudios vendiendo joyas de creación propia.

Ya en 1955 se interesó en la cirugía cardíaca, realizando experimentos de hipotermia y diseñando sus propias bombas de perfusión con la misma alegría que ensambló las gemas en sus tiempos de estudiante. Ya entrado en la década de los 60, Kaplan interviene en cirugías coronarias en el Hospital Naval, al mismo tiempo que practicaba la devoción de cuidar por las noches a sus pacientes sin percibir remuneración alguna.

Vendrían, como consecuencia de esta sobresaliente trayectoria, sus dos más grandes hitos que lo integraron al cenit de la historia de la medicina moderna. El día 28 de junio de 1968 Jorge Kaplan realizó con éxito el primer trasplante cardíaco en Chile a María Elena Peñaloza, sólo seis meses después del primero del mundo. El 1 de agosto del mismo año, concretó su segundo trasplante a Nelson Orellana quien vivió 3 años y medio.

Así como en esa década el hombre llegó a la luna y luego optó por desarrollar la aventura por otros derroteros, Jorge Kaplan continuó sus estudios experimentales, ejerciendo la cirugía general y cardiovascular y formando a cirujanos. También, mantuvo su cátedra de fisiopatología cardiovascular en la Universidad de Chile sede Valparaíso.

Kaplan, era un poco como el doctor Rieux inmerso en la peste de Orán, pues siempre fue un gran opositor a la restricción de las libertades. Para él, nuestro país vivía cercado por la enfermedad que genera la escasa libertad. Su labor social, gremial y política fue un duro combate contra una sociedad que va limitando los movimientos de sus habitantes para “protegerlos”, tal como lo hacen las dictaduras tácitas o expresas que tratan al ser humano como niño, con la excusa de un bien superior o para vivir evitando el mal menor.

Fue un hombre comprometido en la lucha contra la dictadura de Augusto Pinochet y participó activamente en política, siendo elegido concejal de Viña del Mar en 1996 y alcalde de la misma entre 2000 y 2004.

Como alcalde de Viña del Mar, consiguió el financiamiento para terminar la cuarta etapa del tren subterráneo, su principal cirugía al corazón de la congestión viñamarina.

Resolvió el grave problema del Hotel Miramar y también el saneamiento de sectores de Reñaca Alto. Logró negociar con las petroleras su traslado del borde costero, pero especialmente apoyó a los vecinos más sencillos de los cerros en sus siempre postergados anhelos de pavimentos, escalas y sitios para la recreación.

Contrario a lo que suele suceder en nuestra mentalidad barroca, donde impera la mezquindad y la soberbia, el doctor Kaplan practicó siempre una máxima: “El que enseña, aprende”.

Hoy que muchos balcones de la victoria lucen vacíos, o se cuentan las chauchas de los votos y se repiten elecciones porque en un pueblo hay más votantes que habitantes, deseo recordar a un gran alcalde, a un ciudadano aristotélico, desde mi escepticismo, desde mi desobediencia civil, como testigo de una época en que muy pocos médicos practican la vocación social, en que sobreabundan universidades de cartón, ediles faranduleros, días en que el cogobierno se resiste a cambiar la constitución fascista de Pinochet, los trabajadores viajan sin dignidad cada jornada en el Transantiago y en los medios de comunicación tienen más ratings los antivalores.

¿Por qué pienso hoy en el Kaplan también alcalde?, debe ser porque es muy evidente su ausencia o el contraste con quienes iban hacer clases de gimnasia a Tejas Verdes o los que sólo llegan a los municipios para construir clientelismo partidista.

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