Es increíble la ignorancia sobre el Estado desde las autoridades más connotadas políticas u otras en Chile. Gran parte del desastre cultural, político, de seguridad, de equidad socioeconómico-cultural, de vivienda y en general de desigualdad vivencial es fruto de la inexistencia del Estado en Chile, o de su existencia reducida a grupos u oficinas de trabajo.
Partamos por un error garrafal. En la Constitución rechazada y en la que se propone aparece la existencia constitutiva en Chile de un Estado de derecho social y democrático. Esta noción parece venir de no aceptar el Estado subsidiario del liberalismo y neoliberalismo. Un Estado que se hace cargo de aquello, considerado no importante (para enriquecerse) que no pueden tomar los privados porque implica gastos y muy poca ganancia, es decir un Estado que se haga cargo de los cachos para dejar el enriquecimiento a los empresarios en un sistema capitalista de codicia extrema. Lo contrario de subsidiario no es social, como se cree (y se creyó en la Constituyente) en la mesa de acuerdo constitucional, sino importante (en contraposición a secundario o terciario).
La declaración de un Estado social y democrático de derecho deja fuera al Estado individual y democrático de derecho, porque individual y social son realidades muy distintas. Se habla de Estado subsidiario, social, solidario, es decir un Estado adjetivado, pero nunca se habla de un Estado substantivo. La Constitución para ser justa y completa tiene que reconocer un Estado social e individual democrático de derecho. ¿Qué es el Estado? ¿Cuál es su labor inexcusable? ¿Quién lo constituye? No se atrevieron a definir un Estado substantivo.
Hay varios conceptos de Estado y han variado en el tiempo, según la ideología y hasta según las religiones. Sin embargo, a excepción de la ideología neoliberal hay un denominador común: Estado es la organización que se da un pueblo o reunión de seres humanos para garantizar la producción y desarrollo de su bien común y de su distribución equitativa. Todos los individuos de ese pueblo constituyen el Estado. Para el liberalismo y neoliberalismo no es válido este concepto porque para ellos no existe el bien común, que es una ficción. Existe el bien individual o de grupos y la yuxtaposición de estos bienes individuales constituyen el bien común. La sociedad misma es un ente de ficción y lo que existe es un conjunto de individuos con sus relaciones transaccionales. Este concepto ha sido refutado totalmente y las sociologías actuales no lo usan, especialmente la de Luhmann.
La sociedad no es una mera yuxtaposición de individuos y el bien común trasciende y se impone al individual; en biología la especie es anterior a los individuos y se impone a ellos. En la pandemia nos encerramos y nuestros derechos de circulación libre fueron suprimidos a favor de la especie o sociedad, de otra forma arriesgábamos nuestra extinción. Es obvio que la sociedad no es tan solo la yuxtaposición de individuos.
Todas las medidas políticas y económicas se verán según el valor que se da a la sociedad o al individuo; en general coincidirán ambos objetivos, pero muchas veces serán contradictorios. Uno de ellos es la distribución del bien común, de la riqueza, del ingreso, de la propiedad o del patrimonio, etc. La Constitución rechazada reconocía el derecho a una propiedad digna, que es un derecho individual no reconocido por su declaración inicial (solo derechos sociales). El derecho social aparece cuando se incluye una relación (social) entre los individuos, en este caso una relación de equidad.
Entonces, completamos un Estado social e individual democrático y equitativo de derecho. De otra forma tendremos que declarar contra toda evidencia palmaria que hay viviendas dignas de 40, 400, 4.000 o más metros cuadrados, o de diferentes calidades en su construcción, habilitación, terminación, etc. Absurdo y ridículo. Todo por evitar la enorme desigualdad de todo tipo que hay en nuestro país y que no se abordó en la Constitución del '80, ni en la rechazada y no se aborda en esta. Hay personas propietarias de miles de hectáreas cuando hay 14 o más millones que no tienen ninguna. Hay personas que ingresan 50.000 veces más que otras, etc.
El Estado que somos todos debe garantizar la repartición y acceso equitativos a la tierra, al agua, a los servicios, a la energía, al ingreso, a la educación, a los bienes de la salud, etc. A pesar de todos el sufrimiento y empobrecimiento de la mayoría del pueblo chileno, varias empresas y los bancos siguen enriqueciéndose. El modelo estatal (cuyos elementos estaban en desarrollo, destruido desde sus raíces por la dictadura cívico-militar) puede terminar con la distribución desigual de todo. En él el Estado lo hacemos todos los chilenos que accedemos a la riqueza de todos los chilenos, la trabajamos todos y lo que sale de ganancia lo repartimos equitativamente entre todos los chilenos. En modelos privados como el capitalista unos pocos acceden a la riqueza de todos, la hacen producir por pocos o muchos, pero la repartición desigual de la ganancia (explotación) aumenta la desigualdad ya que los empresarios ganan 10, 100, 1000 o más veces que sus trabajadores.
Por ejemplo, el Estado debe recuperar la educación, empezando por su parte más especializada que son las universidades. Las universidades estatales deben volver a ser tales, no falsamente, es decir, pagadas totalmente por el Estado. Deben tener como base las facultades de Filosofía y Humanidades, de Ciencias y de Artes, de otra forma no pueden ser universidades; estas facultades siempre trabajarán a pérdida porque no se financian al corto plazo; sus inversiones producen bienes a 10, 100, 1.000 y 10.000 años plazo. El proyecto neoliberal las sacó del marco universitario y no pueden ser universidad por si mismas porque no se auto-mantienen económicamente (acreditan comercialmente). El Estado debe recuperar para Chile la administración de la energía, servicios básicos y empresas estratégicas. La nueva Constitución debe asegurar la instalación de empresas autónomas del Estado, sin necesitar quórum parlamentario.
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