Desde la Revolución Francesa, la palabra revolución contiene todos los futuros imaginables y nunca alberga tantas esperanzas como en las situaciones desesperadas, sin embargo, todo movimiento revolucionario, al desarrollarse, se hunde junto con el régimen que aspira destruir. Así, la intelectual humanista cristiana Simone Weil describe el concepto revolución de raíz iluminista, depositario de su propia destrucción.
En su crítica del marxismo, Marx explica tan admirablemente la opresión capitalista que finalmente explica que es imposible que el sistema capitalista deje de funcionar. Asimismo, suponía que toda lucha de poder se suprimiría una vez que se estableciera el socialismo en todos los países industriales, el problema es que la revolución no puede hacerse en todos los lugares al mismo tiempo y del mismo modo. Junto con ello se hace imposible superar la división del trabajo, manual e intelectual, ya que es propia de la cultura.
Por lo tanto, el socialismo científico se convierte en el monopolio de unos pocos y con ello en una dictadura totalitaria, porque toda clase en el poder reproduce los vicios de la sociedad burguesa. O sea, la clase obrera o aristocrática no superan moralmente a la burguesa, porque el problema es ético, no de la estructura social. Entonces, cuando se crea una ideología que sostiene la asunción de una clase como el actor elegido o privilegiado, sólo crea las ideas para racionalizar el resentimiento y el odio que finalmente terminan en la violencia.
Entonces, el tema de la revolución no es un tema de fuerzas productivas y de modos de producción, sino que de las personas y de las sociedades no en tanto clases, sino que en tanto conjunto de personas que se relacionan de tal modo que en algún momento un o algunos grupos de ellas se alza y se toma el poder, cuya consecuencia puede ser buena o mala, pero a la luz de la ilustración, las revoluciones terminan muriendo con los propios revolucionarios.
En consecuencia, la concepción marxista de revolución está desprovista de todo carácter científico, aunque Marx haya tomado el espíritu de Hegel y lo haya convertido en la materia como motor de la historia, lo que finalmente crea la religión de las fuerzas productivas. Pura ideología que pone a hombres y mujeres al servicio de un progreso histórico, donde lo importante es el supuesto progreso, las personas.
Ningún marxista ha podio usar el método materialista, por lo tanto, los movimientos herederos de Marx fracasan, ya que sólo se orientan por una ideología, que siendo conciencia falsa, los lleva a actuar bajo la falsedad, es decir, fuera de la realidad. Otorgándole al resentimiento y el odio un disfraz de realidad.
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