¿Se quema o ya se quemó el Estado de Chile?

Se han quemado cerca de 500.000 hectáreas del bosque, plantaciones y casas de Chile. Con horror, pena e impotencia inicial hemos contemplado el panorama desolador. De pronto surgen voces de críticas a las autoridades por políticos discrepantes de la Nueva Mayoría, que no han tomado las medidas a tiempo.

Ante semejante catástrofe ¿existe algún gobierno preparado? Encuentro ventajista y miserable tratar de aprovechar el desastre para acumular ¿votos en la próxima elección?

Un particular ofrece y paga un súper-avión-cisterna y lo envía a Chile. Una alta autoridad de la Corporación Nacional Forestal (Conaf) critica este envío y retrasa su puesta en marcha. Nos desconcertamos todos por esta crítica, cuando sabemos que a caballo regalado no se le mira el diente. ¿Cómo es posible que el Estado no se alegre por esta donación? y luego se verá cómo opera o no opera. La operación resulta  muy beneficiosa pero con retraso.

Con mayor desconcierto nos informamos que la Conaf no es del Estado de Chile sino que es una corporación de derecho privado que depende del ministerio de Agricultura (por lo tanto no del Estado sino que del Gobierno) cuya función es administrar la política forestal. Este servicio es totalmente insuficiente para el incendio presente. Es decir, el desarrollo armónico permanente del ecosistema chileno no está en manos del Estado sino que en organizaciones privadas insuficientes o en el de los empresarios que lo explotan y destruyen.

Al parecer, despiertan las autoridades y creen que desde marzo hay que reemplazar a esta Conaf por una estatal ¿Tiene que ocurrir una catástrofe de esta magnitud para que nos demos cuenta que Chile no tiene Estado? y por lo tanto está indefenso ante todos los embates de la naturaleza, de las avideces de los inversionistas chilenos o extranjeros y de las de los políticos o gobiernos que miran al Estado como botín de guerra a repartir entre sus adictos y ubicarlos con sueldos y jubilaciones ofensivas por su magnitud.

¿Existe una verdadera política forestal integrada con el desarrollo silvo agropecuario y la conservación de la diversidad biótica chilena? En el papel sí, como declaración de principio. En la realidad no, porque ni siquiera sabemos todas las especies que existen en Chile y en sus mares, ríos y lagos

¿Cuántas especies han desaparecido con este incendio? ¿Miles? ¿Decenas de miles? Por otra parte las millones de hectáreas de bosques artificiales, que son monocultivos, instalados para la producción de madera, celulosa u otros productos contradicen cualquiera declaración de principio y contribuyen a las catástrofes. ¿Cuánto del bosque nativo ya ha desaparecido?

Chile no tiene una política de desarrollo integral, armónico, antrópico, biótico, geológico-geográfico y de su ecosistema. En realidad en Chile política de corto, mediano y largo plazo no existe para ninguna esfera de su ser y de su quehacer. Esta no es una situación casual sino que finamente calculada y planificada por la Dictadura y gobiernos democráticos.

Como a ambos grupos, no les convenía un Estado sólido, poderoso, estructurado y estructurante del bien común de Chile, hicieron y hacen lo posible por destruirlo o dejarlo reducido a funciones casi intrascendentes para el bien nacional.

¿Hasta cuándo Chile posterga la creación o re-creación de su Estado? No sólo la Conaf, la ONEMI, el Servel, el Registro Civil, Conicyt, los no existentes Servicios Nacionales de Cultura, Educación, Salud, Seguridad Social, Energía, etc. esperan para ser sólidos organismos de Estado, con autonomía, independencia de los poderes políticos, de los otros del Estado (ejecutivo, legislativo y judicial), religiosos, ideológicos y empresariales.

El ministerio de Ciencia implica un conflicto de interés gigantesco muy mal solucionado al dejar a la ciencia dependiente de la ideología de turno, desde dónde se nominan a sus principales autoridades. La Ciencia debe depender  del Estado que es plural y no del Gobierno.

Estos cuerpos del Estado deben estar constituidos por científicos, técnicos, filósofos, profesionales, eticistas, sociólogos, antropólogos,  y todos de carrera, de planta con permanencia en sus cargos por al menos dos periodos presidenciales y renovándose por parcialidades para garantizar la continuidad de las políticas que han generado. Estos mismos cuerpos o cuadros deben ser los encargados de crear, renovar, desarrollar, evaluar, fiscalizar las políticas y programas del desarrollo integrado y armónico de Chile.

Chile tiene la aberración de carecer de un sistema de educación estatal, especialmente de educación superior. Es necesario decir con todas sus letras que las universidades estatales son una falsedad, porque no las financia el Estado (la financian los aranceles y los convenios de servicios con las empresas principalmente, es decir el privado), ni porque se enmarcan en una política educacional de estado, la que no existe. La ley de universidades del 81 y la LOCE destruyeron totalmente el concepto de universidad y de academia, con lo que destruyeron toda posibilidad de una política de educación que pretendiera calidad, equidad y pluralidad.

Chile no tiene legalmente universidades. Ambas leyes prohíben a las facultades de ciencias, de filosofía, de arte, de humanidades, de sociología y antropología el ser universidades en Chile, ambas leyes son antiacadémicas y no definen la calidad de una universidad por la calidad de sus académicos avalada por una carrera académica internacionalmente competente. Ambas leyes, contradiciendo todo el desarrollo contemporáneo de las universidades, consagran a institutos profesionales como universidades y postergan los grados académicos o los sacan de la universidad. No hay educación superior estatal en Chile. No hay Estado educacional en Chile.

El pretender que haya una política de desarrollo cultural y, en este caso, agropecuario y forestal sin academia en sus universidades es un sueño vano. Chile necesita de geólogos, botánicos, biólogos, microbiólogos, biólogos marinos que estén estudiando siempre el suceder de todo su mundo biótico para poder plantear escenarios de catástrofes y así estar mejor preparados, en todo momento. Para el manejo humano de catástrofes debería también tener antropólogos, sociólogos, psicólogos y otros profesionales expertos permanentes. 

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