Estamos viviendo días muy complejos, con una alta polarización en la vida cívica y con problemas reales y dramáticos para los que una solución demora y se alarga indefinidamente. En cambio, el caso de la dictadura de Maduro en Venezuela y su desvergonzado fraude en las recientes elecciones presidenciales se ha tomado la agenda nacional y quienes más vociferan son los cómplices activos y pasivos de la dictadura de Pinochet en Chile, que nunca han condenado realmente y a quien ensalzan y rinden homenaje cada vez que se conmemora el golpe de estado de septiembre de 1973.
Para quienes entendemos que la primacía de los derechos humanos tiene un valor universal y que toda dictadura, cualquiera sea su signo político, debe ser condenada, lo ocurrido en Venezuela merece el repudio de la comunidad internacional y forma parte, legítimamente, de la política internacional de Chile que el presidente Boric ha representado tan clara y tan decididamente.
El mismo día de la elección, nuestro Ejecutivo declaró: "El Gobierno de Chile saluda al pueblo venezolano por la realización de las elecciones presidenciales en Venezuela hoy. Asimismo, el Gobierno de Chile espera que se respete la voluntad soberana del pueblo para decidir su destino, y que el proceso electoral pueda culminar con total transparencia, de manera que todos los actores puedan tener acceso a los resultados oficiales y a los medios de verificación correspondientes a cada mesa de votación".
A las pocas horas de que el Consejo Nacional Electoral (CNE) proclamara ganador a Maduro con el 51,2% de los votos, el Presidente Boric, asumiendo un claro liderazgo en América Latina, declaraba: "El régimen de Maduro debe entender que los resultados que publica son difíciles de creer. La comunidad internacional y sobre todo el pueblo venezolano, incluyendo a los millones de venezolanos en el exilio, exigimos total transparencia de las actas y el proceso, y que veedores internacionales no comprometidos con el gobierno den cuenta de la veracidad de los resultados. Desde Chile no reconoceremos ningún resultado que no sea verificable".
Y ante la reciente decisión de la sala electoral del Tribunal Supremo de Justicia de proclamar definitivamente a Maduro como ganador, con toda coherencia y consecuencia, el Mandatario señala: "Hoy el TSJ de Venezuela termina de consolidar el fraude. El régimen de Maduro obviamente acoge con entusiasmo su sentencia que estará signada por la infamia. No hay duda de que estamos frente a una dictadura que falsea elecciones, reprime al que piensa distinto y es indiferente ante el exilio más grande del mundo solo comparable con el de Siria producto de una guerra".
El jefe de Estado puntualizó: "He visto a los ojos a miles de venezolanos que claman democracia para su patria y que hoy reciben un nuevo portazo. Chile no reconoce este falso triunfo autoproclamado de Maduro y compañía. Mis respetos a todo el pueblo venezolano que lucha por la democracia, la justicia y la libertad", concluyó el Presidente en sus redes sociales.
Lamentablemente, en un error histórico que puede traer graves consecuencias para el Gobierno y para la unidad de las fuerzas progresistas, el Partido Comunista ha optado por reavivar su discurso internacionalista de los años '60 defendiendo férreamente el carácter democrático del gobierno de Maduro y justificando, en sus concepciones antiimperialistas, dicha postura que contraviene la posición oficial del gobierno del cual forma parte. Llama la atención esta postura en un partido que siempre ha sido "cerebral" y que ha tomado decisiones políticas difíciles con sentido patriótico y nacional.
Tienen razón cuando señalan, cuestión que compartimos, que en Chile siempre han defendido la institucionalidad y no han sido actores de conspiraciones o golpes de Estado que atenten contra la democracia. No obstante, ahora han dado aliento para que se produzca la unidad de toda la derecha, la más tradicional - incluyendo a Chile Vamos y a Republicanos- y la "nueva derecha" -que incluye a demócratas, amarillos y social cristianos-. Cuando las heridas de las fallidas negociaciones electorales del sector no terminan de cicatrizar y han generado evidentes rivalidades y desencuentros, la conducta del PC les entrega el elemento aglutinador, que se apoya en un "acendrado anticomunismo", para pretender forzar al gobierno y conducir la política exterior contra Maduro -obligando a reconocer al candidato de la oposición como Presidente de Venezuela- y con todos sus medios de comunicación poniendo en el centro del debate la permanencia del PC en la alianza de gobierno.
Con su irresponsabilidad habitual, que tanto daño le ha causado a la política, algunos comediantes que realizan una práctica profesional en el Congreso: Los Schalper, los Ramírez y los Kaiser exigen al Gobierno "ser más duros" y desatan una persecución -la misma que desató Pinochet- contra quienes son militantes del Partido Comunista. Aparentemente, no pueden estar en cargos de representación popular ni en cargos de autoridades de ningún poder del Estado, como lo demuestra la moción de censura contra la diputada Kariola, presidenta de la Cámara Baja, por el solo hecho de ser militante de ese partido.
Están desatando una persecución increíble cuando, paradójicamente, en relación con Venezuela, se declaran defensores de la democracia. Claramente, son nostálgicos de la "ley maldita" de González Videla que ya pretendió eliminar al PC de la vida cívica.
Por nuestra parte, los demócratas cristianos ya dimos testimonio de que no puede excluirse a nadie por sus ideas o su militancia política, en ese tiempo, a través de nuestros fundadores: Tomic, Frei y Leighton, que actuaron en la vida política solidarizando con los dirigentes políticos y sociales del PC y defendiendo su derecho a participar -como todos- en la vida política de la sociedad chilena.
Sí, por supuesto, tenemos derecho a disentir y a criticar las opiniones de ese partido, en particular cuando intuimos y observamos que la unidad de los sectores progresistas es amenazada y despreciada como herramienta de acción política. ¡El país debe reaccionar!
El Partido Comunista debe modernizarse y abrazar los valores de la democracia aquí y en todo lugar sin ambigüedades y defender los DD.HH. allí donde se denuncien violaciones, cualquiera que sea el signo del gobierno. Está en riesgo su rica tradición de lucha en favor de los trabajadores y los sectores más carentes de nuestro pueblo. Y está en riesgo la unidad de las fuerzas progresistas para hacer posible derrotar a una derecha cada vez más arrogante y sediciosa.
El Presidente Boric merece el respaldo de todos los sectores por el liderazgo asumido en la condena universal al fraude Maduro y por su búsqueda de una solución concordada con la comunidad internacional que permita el pleno reconocimiento a la voluntad popular expresada en las urnas. Puede tomar tiempo, pero como lo experimentamos en Chile, sólo un pueblo movilizado con el concurso activo de la comunidad internacional pondrá término a la dictadura venezolana.
Y más allá de esta cortina de humo levantada por la derecha, con el apoyo indirecto del PC, debemos retomar la lucha por resolver los problemas urgentes y prioritarios para el pueblo de Chile y sacar a la derecha al pizarrón para que explique porque se sigue oponiendo a una verdadera reforma que permita pensiones dignas; al despacho de proyectos claves en el Congreso para combatir el crimen organizado y fortalecer la institucionalidad del Estado, pidiendo únicamente como solución sacar a los militares a la calle; a una reforma de la salud que permita un conjunto de prestaciones universales para todas y todos; a un apoyo decidido a la educación pública que permita con infraestructura y con nuevos conocimientos la formación de calidad para que nuestros jóvenes, futuros técnicos y profesionales, se desarrollen en el contexto de la 4ª revolución industrial; a un nuevo modelo de desarrollo que permita un desarrollo humano que ponga fin a las inequidades y desigualdades del neoliberalismo; y a un desarrollo territorial en que el rol de los gobiernos regionales y de las municipalidades sea el de liderar y concretar verdaderos gobiernos locales.
Es esa misma derecha la que ha evitado asumir el drama de los menores abusados por defensas corporativas de algunos de sus líderes o sus familiares y que, en estas semanas, ha mantenido un debate artificial para evitar que la corrupción del señor Hermosilla y amigos se devele ante los chilenos y que algunos de sus personeros adelanten las explicaciones que parece que más temprano que tarde tendrán que dar. El Chile real no puede seguir esperando, recuperemos el verdadero debate para una sociedad más inclusiva y justa.
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