Un líder inolvidable

Este 19 de noviembre Carlos Lorca Tobar cumpliría 80 años. No pudo ser, el 25 de junio de 1975 fue detenido y desaparecido por agentes de la DINA que bajo las órdenes de Pinochet pretendían aniquilar la conducción política del Partido Socialista en la clandestinidad y descabezar a una fuerza decisiva en la lucha por el retorno de la democracia y la libertad a Chile.

Carlos Lorca había sido electo diputado en marzo de 1973 y jurado el 21 de mayo de ese año. Su participación en las luchas estudiantiles lo hicieron asumir como vocal de la FECh y luego, en agosto de 1971, como secretario general de la Juventud Socialista, en su XX Conferencia Nacional realizada en la ciudad de Concepción.

Fue en el ejercicio de dicha responsabilidad que creció y se proyectó como un líder visionario, representativo de la voluntad de transformación social que animaba a la juventud chilena, así como un líder que sabía que no se podía avanzar a ciegas y que el proceso de cambios estaba unido inseparablemente a la estabilidad y fortalecimiento del gobierno popular, liderado por el Presidente Salvador Allende.

Carlos Lorca comprendió a fondo el dilema de su tiempo, el proceso revolucionario era un hecho histórico excepcional; por cierto, no era un capricho de un grupo de iluminados sino que la respuesta necesaria al retraso estructural de la sociedad chilena de entonces, pero su realización exigía evitar una conducta aventurera que intentara forzar cambios que no habían madurado o que no eran coherentes ni concordantes con la línea estratégica, la vía chilena al socialismo, en democracia, pluralismo y libertad.

El infantilismo de ultra izquierda, exigiendo medidas y decisiones imposibles de llevar a cabo, fatalmente tenía como consecuencia llevar agua al molino del plan desestabilizador, diseñado por los grupos más reaccionarios para conseguir, simultáneamente, la destrucción de las conquistas sociales logradas en décadas de dura lucha popular y derribar la institucionalidad democrática del país.

En medio de la irreductible rivalidad con la derecha golpista, encabezada por Sergio Onofre Jarpa, así como en las álgidas controversias con la Democracia Cristiana, y también en el duro debate interno de los partidos de la Unidad Popular, la opinión política de Carlos Lorca fue tomando peso, aumentó lo que ya era una sólida consistencia y su visión política adquirió en el Partido Socialista una sólida y relevante gravitación.

El líder de la Juventud Socialista pasó a ser una referencia vital en la concreción de una conducción política estratégica unitaria que lograra encauzar la fuerza y movilización de la clase trabajadora y las fuerzas populares para respaldar eficaz y consecuentemente los lineamientos estratégicos del Presidente Allende.

Con vigor, ante muchos que lo desconocían, advirtió sobre el peligro del fascismo y de la cruenta tragedia que sería un escenario en que la oligarquía chilena accediera al poder a través de un golpe de Estado, como fatalmente ocurrió. Una y otra vez, señaló que la regresión reaccionaria era un plan diseñado para remover y destruir hasta los cimientos el régimen democrático que hizo posible la victoria de Salvador Allende. Que ese experimento brutal e implacable abarcaría muchos años.

Decenas de miles de jóvenes socialistas lo apoyamos en su incansable brega en defensa del proceso de cambios que, en definitiva, era la defensa de la democracia chilena. Luego, cuando se desató la cruenta represión para desarticular las fuerzas de avanzada social expresadas en la izquierda chilena, Carlos Lorca tomó la decisión de seguir la lucha en las condiciones de la clandestinidad y comenzó de inmediato a orientar la resistencia a la dictadura fascista y asumió en la comisión política clandestina de Partido Socialista.

Junto a Exequiel Ponce, Ricardo Lagos Salinas y los combatientes de las primeras direcciones clandestinas, convocaron a la más amplia unidad para terminar con el terrorismo de Estado y restaurar el régimen democrático. En esa brega se encontraban cuando fueron apresados, hasta hoy son detenidos desaparecidos.

Fueron miles los militantes socialistas que como Carlos Lorca dieron su vida para reponer la institucionalidad democrática y reconstituir el proyecto socialista de acuerdo a la realidad chilena. En 1988, los caídos ya no estaban físicamente presente cuando los demócratas chilenos, luchando unidos, derrotaron el plan de perpetuación de Pinochet, pero si estaban y estarán presente en la conciencia democrática del pueblo de Chile.

El sábado recién pasado, un masivo y potente acto de aniversario de la Juventud Socialista rindió homenaje a su memoria y la de innumerables jóvenes socialistas asesinados. Esta savia nueva son voluntades infatigables de jóvenes comprometidos en la brega por un Chile digno y justo que derrote la violencia de la ley del más fuerte impuesta por la sociedad neoliberal.

Ante la violenta actitud negacionista de la ultraderecha y el cinismo de la derecha tradicional, que elude su responsabilidad en la cruenta y masiva violación de los derechos humanos por la dictadura militar impuesta por más de una década y media, reivindicamos el valor de Carlos Lorca, su entrega total a la restauración del régimen democrático y su férrea consecuencia como ejemplo ante la arremetida del autoritarismo oligárquico y neo fascista. En la bandera de la libertad está escrito su nombre. Su legado será imborrable.

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