Pronto se cumple un año de la petición ante la Municipalidad de Providencia que un grupo de vecinos tituló Ventanas Abiertas. Ese concepto simboliza un barrio vivible, con convivencia armoniosa entre comercio, locales de distracción y viviendas, donde se pueda vivir, dormir, trabajar, estudiar, distraerse, oír música. En la mitad norte de Providencia, mantener las ventanas abiertas se ha vuelto un objetivo revolucionario, imposible de conseguir sin un cambio en criterios y regulaciones. Ventanas Abiertas nace por el hecho de que el municipio perdió el control territorial en casi todos los sectores cercanos al metro. ¿Pero cómo el simple mantener las ventas abiertas se ha vuelto revolucionario? Por tres motivos.
El primero, porque en la mitad norte de la comuna el plano regulador ha sido reemplazado, de hecho, por una multitud de acciones, principalmente causadas por empresas constructoras y de hotelería, que tienen como subproducto decenas de bares y distribución de comida rápida que se han apoderado del territorio. La comuna de Providencia abandonó su tradición de planificación para entregar amplios sectores al arbitrio del matón más musculoso en las aceras.
El segundo, es que Ventanas Abiertas constata una fuerte inseguridad ambiental, la que no es separable de la delincuencia común. La inseguridad ambiental proviene, principalmente, de una logística industrial, motos de reparto, alarmas permanentes y mantención de jardines con motor de explosión que producen lesiones (daño auditivo, problemas vasculares, insomnio). En muchas ventanas hay ruidos de 85dB constantes, con alzas de hasta 110 dB. Los datos de contaminación acústica de Providencia son los peores de Chile. Concentra el 5,4% de las denuncias por ruidos en el país, pero solo el 0.008% de la población nacional. Es decir, supera en 675 veces el promedio de agresiones acústicas que sufren los habitantes del país (la cifra no es un error). Duplica, además, a la comuna que le sigue, que es Quinta Normal, sede de infinidad de industrias. En las familias y comercios del barrio, a nivel de calle, ya no es posible escucharse sin cerrar las ventanas.
En tercer lugar, Ventanas Abiertas constata un incremento de delitos contra la propiedad en los mismos sectores donde el Municipio entregó el control territorial a hoteles, bares y guetos de oficinas. La situación es tan frecuente que ya nadie denuncia. La causa no es una delincuencia venida de afuera, sino la invasión, permitida por el Municipio, de hoteles, bares y moles. Esa orientación edilicia despoja a las personas de su propiedad principal: la vivienda, y lo hace por medio del ruido y matonaje en terreno de administradores de bares, motos de reparto y logística industrial para las oficinas.
El instrumento de esa guerrilla anti-urbana del Municipio es doble: por un lado, la entrega del control del terreno al matonaje antiambiental. Por otro, la Dirección Jurídica y la Dirección de Fiscalización incentivan la agresión cotidiana contra los habitantes por medio de una protección indebida, en terreno, a bares y motos. Junto al Plano Regulador oficial, en Providencia rige el Plano Fáctico, en toda la mitad norte de la comuna, la más poblada.
En esa zona, los edificios pierden a sus habitantes que, muchas veces, son, además, trabajadores en el barrio. Quienes resisten, quedan aislados en construcciones desérticas, donde da miedo entrar de noche. Al cerrar la puerta, se acuestan e intentan dormir, pero el ruidos de los bares les impide hacerlo, y despiertan tras una noche insomne, ya de madrugada, con los ruidos provenientes de la logística industrial de apoyo a los guetos verticales de oficinas.
Providencia requiere recuperar el control y planificación territorial vinculados con sus habitantes, que son, en su mayoría, familias constituidas por profesiones, técnicos, intelectuales, creadores y estudiantes. Muchos tiene su oficina en el departamento y a ellos la protección municipal a los ruidos de motos, logística industrial y mantención de jardines con motor de explosión coarta la libertad de trabajo. La actual conducción municipal se opone al trabajo y a las familias, a la que saca para instalar bares, hoteles y moles de la mitad norte de la comuna. Los sectores cercanos al metro requieren niveles de ruidos y de seguridad que permitan laborar en la casa y la coordinación de la vida familiar con la voz con ventanas abiertas. Esa voz ha sido aplastada, como lo demuestran los datos de contaminación acústica.
No ha habido nunca una oposición entre habitantes, comercio y oficinas en Providencia. La solución es un plano regulador y ordenanza local para la mitad norte de la comuna, con fuerte participación vecinal, así como una conducción edilicia que comprenda que el daño ambiental es perjuicio contra la vida y la propiedad. Se entiende, entonces, que abrir las ventanas en Providencia una revolución: la de hacer una comuna vivible para residentes y trabajadores.
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