El 18% lejano del gobierno regional

Coescrita con Patricio Carrasco, investigador de Rimisp

"Nos debemos a los ciudadanos, independiente del color político", anunciaba con orgullo el Presidente Gabriel Boric al cierre de la doble jornada electoral del pasado 26 y 27 de octubre para escoger a las próximas autoridades municipales y regionales. Y cómo no, fuimos testigos y protagonistas de un evento democrático que convocó a cerca del 85% de la ciudadanía del país.

A excepción de los titulares que destacaban los triunfos o fracasos de los rostros famosos de la política chilena, los resultados generales de las pasadas elecciones no tuvieron tanto revuelo mediático: Se mantiene la tendencia de alta participación electoral a partir del carácter obligatorio de las votaciones; no hay claridad de una coalición o partido político fortalecido para las presidenciales, aunque los grandes favorecidos son aquellas personas pertenecientes al pacto oficialista o de oposición (y particularmente, los independientes "puros" en las votaciones de alcaldías).

Para quienes seguimos de cerca la ruralidad hay dos datos de interés, uno más novedoso que el otro. El clásico: Se reconfirma el centralismo electoral, en tanto los porcentajes de votación de las comunas rurales son más fuertes en las regiones del centro que en las extremas. La novedad: Utilizando la clasificación territorial de la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (Odepa), las comunas rurales obtienen en promedio menores niveles de participación electoral que sus pares urbanas y mixtas. ¿Dónde está lo nuevo? En que la tendencia chilena e internacional en elecciones del tipo "territorial", como las municipales, generan mayor convocatoria en los espacios rurales que en los urbanos (Fischer, 1975; Servel, 2021): 0,4% de diferencia entre rurales y urbanas, y 3,8% entre rurales y mixtas.

Y también, para quienes nos esperanza el desarrollo equitativo y genuino de las regiones, las recientes elecciones nos enseñan que podemos y debemos seguir profundizando los procesos de descentralización. Estas votaciones marcan un hito importante para la historia del movimiento descentralizador de nuestro sistema político, pues simbolizan el cierre de los primeros gobiernos regionales electos directamente por la ciudadanía. Naturalmente, como parte de un proceso con pocos precedentes y varios problemas de diseño institucional, los primeros mandatos regionales se vieron envueltos en enredos administrativos y legales que terminaron por dañar su imagen ante la opinión pública.

Las pasadas elecciones debieran llamar la atención en, al menos, dos fenómenos de la agenda regionalista. Preocupa, por un lado, que persistan las brechas de participación entre las regiones y que se refuercen en distintos ciclos el centralismo electoral en desmedro de las periferias regionales. Lo más inquietante, sin embargo, resulta la aparente lejanía que tienen las ciudadanas y ciudadanos de sus propios gobiernos regionales.

El porcentaje de votos nulos y blancos tuvo poca cabida en los titulares. Puede deberse a que, en la elección más esperada por su potencial predictor para las futuras presidenciales, la de alcaldía, la cifra fuera más o menos esperable: el 10,7%. No obstante, en la votación de gobernadores regionales se mostró una diferencia bastante llamativa: Más de 2,3 millones de votantes, el 18% del electorado nacional, optó por nulo o blanco como alternativa antes que una preferencia programática expresada en un candidato o candidata.

Gráfico 1. Porcentaje de votos nulos y blancos en Elecciones 2024, por tipo de cargo (gores y alcaldes) y por región

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Fuente: Elaboración propia a partir de datos oficiales Servel (2024)

En todas las regiones se observan distancias preocupantes entre la ciudadanía y sus respectivos gobiernos regionales, así como brechas de resultados entre la elección de alcaldes y gores. Son de especial interés los casos que marcan diferencias porcentuales de dos dígitos entre ambas elecciones, como en las regiones de Coquimbo (10,5%), O'Higgins (10,8%), La Araucanía (10,5%) y Los Lagos (12,2%); y justamente, las regiones de Coquimbo y Los Lagos son a la vez las que muestran mayor acumulación porcentual de votos nulos y blancos en la elección de gores.

Es sabido que detrás de los votos nulos y blancos existe un mar de razones que los explican, pero en un esfuerzo hipotético de agrupación puede interpretarse como "lejanía". De alguna u otra manera, representa a personas que no ven opciones claras dentro de la oferta electoral y que, por ende, optan por anular o simplemente no marcar. No visualizan en la candidatura o en la institucionalidad un espacio que les permita representar sus intereses. Se alejan de la oferta política que brindan las reglas del juego democrático regional; y la distancia podría ser más amplia si consideramos los niveles de ausentismo electoral.

Otro botón de muestra dado por la experiencia. No es extraño que en conversaciones con equipos técnicos y profesionales de los distintos gobiernos regionales se comente que muchas personas acuden a estas instituciones solicitándoles apoyo como "intendencia" o "gobernación"; o que otro grupo de habitantes de la región conocen del edificio, que suele estar ubicado en las proximidades del núcleo de la capital regional (la plaza), pero que no saben muy bien cuál es la función o en qué medida puede atender alguna solicitud ciudadana. En estos casos existiría una lejanía provocada por problemas de información (disposición o existencia de barreras).

Por supuesto que nos debe enorgullecer el compromiso ciudadano expresado en la gran convocatoria obtenida en las últimas elecciones, pero a la vez nos deben preocupar y comprometer los desafíos por la equidad territorial para que ninguna persona sea excluida de los procesos sociales. Al visualizar esta lejanía ciudadana del gobierno regional, y con el compromiso de todos los actores del sistema democrático, sería oportuno tener estos antecedentes en la última etapa de la tramitación del proyecto de ley de Presupuestos 2025 para permitir que los gobiernos regionales, a través de criterios transparentes y con principios de probidad, cuenten con capacidades para desplegar acciones informativas y ciudadanas que concienticen o sensibilicen a la población de su quehacer en la región.

Y en el mediano plazo, es esperable que la propia gestión orgánica de estos gobiernos haga parte a la ciudadanía en los procesos, políticas, programas y proyectos regionales. La planificación estratégica territorial de estas instituciones requiere involucrar a las y los habitantes de los distintos territorios que componen la región, tarea desafiante por cierto debido a la propia heterogeneidad y desigualdad a la que se enfrentan. Medidas de corto y mediano plazo son necesarias para estrechar la lejanía del 18% a las que se enfrentan los gores.

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