Entre tanta polarización y maniqueísmo, podremos convenir en que la nueva Constitución debe decididamente avanzar hacia una mayor descentralización. Esta máxima ha cobrado fuerza en los últimos días, debido a que existe una mayoría de convencionales que plantean repensar nuestra forma de Estado, promoviendo específicamente lo que se conoce como un "Estado regional".
El problema, sin embargo, es que las declaraciones al respecto han sido excesivamente difusas y poco serias. Desechando de plano la idea de un Estado Federal, los convencionales buscan promover mayor independencia territorial, pero respetando la integridad y unidad del Estado. Eso, al menos, en el papel, pues en la práctica hablan de regiones con plena autonomía financiera (creando o eliminando impuestos), con amplias competencias legislativas e, incluso, con la posibilidad de determinar estatutos regionales sin necesidad de ratificación por órganos nacionales (verdaderas "constituciones regionales"). Algo tan parecido al federalismo que se apresuraron en desechar, que ha provocado incluso la confusión conceptual en sus mismos promotores.
En este marco, el debate se ha vuelto un tanto irracional. Por un lado, estarían los "centralistas" que defienden el status quo del Estado unitario y, por el otro, los "descentralizadores" que promueven el cuasi-federalismo ya descrito. Bajo esa lógica, todo se vuelve una trinchera, dejando en un tercer plano el objetivo común que perseguimos: regiones desarrolladas y equidad territorial.
Como bien podemos intuir, el problema del centralismo es bastante más complejo que las caricaturas que abundan. Existen países unitarios ampliamente descentralizados (como Corea del Sur, Dinamarca o Suecia) y otros federales que presentan el mismo drama territorial de Chile (como Argentina). Por lo mismo, es importante tomar el asunto con la seriedad que se merece y dilucidar, de buena fe, los elementos de nuestra realidad que delimitan lo posible.
Con todo lo dicho, sostener que la opción del cuasi-federalismo es la óptima para nuestro país resulta, al menos, cuestionable.
Entre los múltiples inconvenientes que se presentarían -que abarcan lo histórico, político, cultural y económico-, quizás el más olvidado se relaciona con el actual grado de concentración territorial, tanto en su dimensión social como económica. Más allá de la necesaria distribución del poder político (descentralización), nuestra capital opera en la práctica con una impresionante fuerza centrípeta que aglutina elites y recursos (concentración), dejando en el rezago al resto de los territorios. En un clima de tanta inequidad, el autonomismo puede volverse peligroso, pues se corre el riesgo de incrementar la corrupción y el caudillismo subnacional.
Sin embargo, a diferencia de quienes históricamente se han opuesto a las reformas descentralizadoras, esta ausencia de capital social en los territorios no representa una excusa para frenar el proceso, sino más bien una invitación a empujar medidas que logren inicialmente desconcentrar nuestro país.
En resumen, si no trabajamos primero en políticas de desconcentración social y económica, la propuesta de Estado regional se transformaría en algo bien parecido a dejar a los territorios abandonados a su propia suerte, lo que nos alejaría del desafío de lograr la transparencia y la coordinación para, precisamente, alcanzar en forma armónica el desarrollo de los lugares abandonados.
En un tema tan relevante urge poner en el centro el objetivo final, esto es, mayor desarrollo y equidad territorial. Las medidas propuestas deben centrarse en eso y, por cierto, dejar la falsa dicotomía entre quienes buscan mantener el estado actual y quienes apelan por un cambio.
La verdad es que acá todos estamos por el cambio, incluso quienes desde hace años abogamos por la consagración de un Estado unitario y efectivamente descentralizado (muy distinto al que tenemos hoy). El desafío es dialogar para encontrar las salidas más eficaces que nos lleven a mejorar la calidad de vida de aquellos que hoy nacen y viven en el rezago. Nada más y nada menos.
Desde Facebook:
Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado