El mal momento de las regiones (y cómo salir)

El inicio de este gobierno era realmente auspicioso para los entusiastas de la descentralización. En un país donde, en los últimos años, el debate público ha estado fuertemente centralizado en Santiago, su propuesta entregaba señales que permitían ilusionarse razonablemente con lo que vendría. Empezamos con un Mandatario votando -como lo sigue haciendo- en su tierra natal, ofreciendo su primera entrevista a un pequeño medio regional y prometiendo un desarrollo integrado de Chile. Pero tal como sucedió en una serie de otros aspectos, esas visiones nunca se plasmaron en un plan responsable y, por ende, no se concretaron en la realidad. Hoy, cuatro años después, es razonable argumentar que esta ha sido una de las administraciones en que menos se ha avanzado en el tema.

Aun contando con la inmensa mayoría de las nuevas autoridades regionales de su lado, no se logró articular un cambio político que deviniera en mayores competencias. Además, recientemente hemos visto que la tan esperada ley de rentas regionales -condición esencial para cualquier proceso serio de descentralización- fue abandonada por parte de la administración central. Pero, por si el estancamiento fuera poco, en las últimas semanas hemos confirmado que el gran legado político regional de esta administración será el infame Caso Convenios, que hoy tiene a La Moneda focalizando la culpa en los gobiernos locales y tratando de mantenerse alejados desde el trono en la capital.

Curiosa la forma en que ha terminado todo, pues, en vez de hacerse cargo de los problemas que muchos veían en el proceso descentralizador, la actual administración terminó más bien validando esas preocupaciones, sin ofrecer ningún tipo de propuesta que nos permitiera salir del embrollo. A fin de cuentas, los escándalos en las asignaciones regionales develan todas esas distorsiones políticas y electorales que ya habían sido advertidas por expertos, sumando ahora problemas serios de clientelismo y corrupción local.

En este amargo contexto, la gran preocupación es que las autoridades se han visto incapaces de ofrecer caminos sensatos que logren aumentar la transparencia. Todo se queda más bien en la reacción, en la evasión (dejemos caer a los gobernadores), en las defensas corporativas y en las excusas. Como suele pasar, los involucrados parecen más preocupados por salvar el buque que de empujar cambios políticos significativos, lo que vuelve prácticamente imposible cualquier proceso de desarrollo regional.

En un reciente informe de Fundación P!ensa -elaborado por los economistas Carolina Abuauad y Pedro Maiz- se ha advertido que el problema de la descentralización (y en particular de su dimensión fiscal) es multisistémico. Eso lo vuelve complejo, pero también invita a pensar que, quizás, no necesitemos fórmulas grandilocuentes ni maximalistas. Es posible empezar por cambios menores pero significativos, que se hagan cargo precisamente de esos dilemas que esta administración ha visibilizado.

Un ejemplo es revisar responsablemente los criterios utilizados en la asignación de fondos a los gobiernos regionales, que deberían actualizarse cada dos años por ley y que, sorprendentemente, permanecen obsoletos. Estos criterios no solo carecen de datos actuales, sino que tampoco responden a las realidades y necesidades específicas de cada región.

Otro ejemplo es la necesaria conciliación de las fuentes de información. Para que la descentralización fiscal funcione, necesitamos datos de calidad que faciliten el control ciudadano. A nivel nacional hemos avanzado mucho en esta materia, pero a nivel regional las fuentes de datos ofrecidas por la Dipres y por los gores no concuerdan. Para recuperar la confianza en el proceso, es urgente mejorar la probidad y la transparencia subnacional.

Estos son solo dos ejemplos que muestran que hay problemas urgentes que pueden aumentar las probabilidades de éxito del desarrollo regional y, al mismo tiempo, hacerse cargo de la ola de desconfianza que, razonablemente, envuelve a las administraciones subnacionales. Quizás para esta administración ya sea muy tarde, pero es el momento perfecto para comenzar a discutir propuestas serias y responsables.

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