Hace unos días comenzó a circular en diferentes diarios nacionales la noticia de que un monumento instalado en el sector de La Junta, en la Carretera Austral, sería reemplazado en pos de la conmemoración de los 50 años del 11 de septiembre de 1973. Dicha estructura lleva el nombre de Augusto Pinochet Ugarte y, de inmediato, comenzaron a surgir una serie de dudas en torno a qué se hará en este lugar.
Sin duda, el nombre de Augusto Pinochet sigue causando reacciones positivas y negativas, más aún en estas fechas y con una próxima conmemoración. Sin embargo, hay un hecho objetivo y claro: a pesar de que años anteriores se tenían planes de trabajar en la conexión de Aysén, la Carretera Austral se comenzó a construir en 1976, cuando Pinochet ya estaba en el poder.
Este camino, materializado por el Cuerpo Militar del Trabajo, hasta el día de hoy cumple una función geopolítica vital. Es la conexión entre las diferentes ciudades de la región; pero, además, evidencia la presencia del Estado de Chile en una zona que, antes su construcción, encontraba serias dificultades para el transporte y las comunicaciones. Era más fácil para sus habitantes obtener víveres en Argentina que en el propio territorio chileno.
La Carretera Austral comenzó a revertir esta situación en un momento de plena competencia con Argentina, que seguía avanzando en la década de los '80 muy cerca del límite con Chile, fundando pueblos como el Chaltén, en 1985. Por eso, era vital ejercer soberanía en una zona de difícil acceso, para que sus habitantes se integraran y se sintieran parte de Chile.
Querámoslo o no, esta obra se comenzó en 1976 y se ha mantenido hasta el día de hoy, con gobiernos de diferentes sectores políticos y con trabajos en la zona austral que siguen avanzando en búsqueda de la conectividad tan necesaria para los habitantes de estas localidades.
Ante qué hacer con el monumento, lo más lógico sería que se consultara a las personas de la zona con respecto a su destino, que ellos decidan si quieren cambiarlo, sacarlo o mantenerlo. Así evitaríamos la centralización de las decisiones en las autoridades de Santiago y se daría la posibilidad a los ciudadanos para que expongan sus visiones en torno a esta obra. Es decir, lo dejaríamos en manos de la voluntad de "los territorios", una palabra muy frecuente en el último tiempo.
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