La anunciada visita del Canciller Boliviano acompañado de una numerosa comitiva fue todo un espectáculo pirotécnico que dejó descolocada a la Cancillería chilena, la que no supo reaccionar a tiempo, menos dimensionar las consecuencias diplomáticas que acarreó dicho evento en territorio nacional.
David contra Goliat fueron los rivales en este improvisado partido donde el equipo local llevó todas las de perder. Fue una goleada publicitaria que repercutió en todas las esferas internacionales, y la opinión unánime de los comentaristas es que desgraciadamente y hay que reconocerlo, no vimos una.
Desde su arribo, la selección nacional boliviana al entrar por la puerta Norte como Pedro por su casa, comenzaron sin piedad alguna a meternos goles unos tras otros. Los representantes dueños de casa se vieron sobrepasados, nunca un equipo, salvo “La roja de todos”, fue humillado tan groseramente por un rival experto en no respetar los acuerdos vigentes.
Como si fuera poco, David se dio varios gustitos personales, hasta humillar públicamente a los funcionarios de este monumental estadio en la persona de una mujer, compatriota nuestra, le espetó groseramente que Bolivia, su país, les pagaba el 80% de sus remuneraciones.
“Váyanse con cuidado o les dejamos a toda la ciudad mirando al techo.”
En otras palabras, las amenazas veladas surtían efecto en el ánimo de nuestros jugadores. La cesantía, el cierre de las grandes mineras del cobre, el bajo precio del metal rojo, causaron pánico. Así la defensa quedó sin sus mejores argumentos, aun cuando somos los Bicampeones de América.
La escuadra expedicionaria boliviana continúa con su estrategia. Avanza por tierra con sus imparables huestes hinchadas de orgullo nacionalista, se permitió la osadía de llegar a la antigua provincia de Antofagasta para revisar “in situ” sus antiguas pertenencias territoriales.
Aunque tuvieron que esperar estoicamente cerca de seis horas para entrar al campo de batalla (de juego), previo permiso de la autoridad portuaria, la revisión a los jugadores hubo que hacerla. El dopaje es muy común en las altas esferas, cosa que no está permitida menos en una visita tan inesperada, como bulliciosa. La patética escena semejaba un gran carnaval, con diabladas y disfraces multicolores, lo que hacía más dolorosa la triste e incómoda situación en que nos vimos envueltos.
Los anfitriones chilenitos acurrucados, estupefactos, lívidos, fueron mudos testigos cómo al término del match, los rivales agigantados, haciendo historia con un inmejorable equipo, sólido, fuerte , unido, alzaron su bandera, cantaron con toda sus fuerza el himno de la Armada Nacional para crear “conciencia marítima” en su hinchada.
Chile entero con estupor escuchó y conoció, la nostálgica canción.
“Levantemos nuestra voz, por nuestro litoral que pronto tendrá Bolivia, otra vez su mar. Antofagasta, tierra hermosa, Tocopilla, Mejillones junto al mar, con Cobija y Calama, otra vez a la patria volverán”.
Evo, el temible DT, desde su bunker en la Paz, saltaba de contento, sus muchachos habían cumplido con creces, preparó un delirante recibimiento a los héroes invasores, medallas y marchas para los que fueron capaces de llegar hasta el corazón mismo de la tierra perdida, desafiando a todos los que se atrevieron a oponérseles.
Goliat, profundamente golpeado en su fuero interno procede tarde a levantar tarjetas rojas, a partir de ahora se les negaría toda visa a los jefes de las delegaciones diplomáticas que se atrevieran a cruzar las fronteras.
La pésima medida del “picao” duró menos que un canto del “gallo pelao”. Otra vez demostraron absoluta improvisación con reacciones viscerales, que a nada positivo conducen. El papelón se repite como una constante, seguimos siendo el hazme reír en los círculos internacionales, hasta el Papa Francisco aplaudía desde Roma tamaña audacia.
La Cancillería nuestra, cuando nos toque la revancha en el país vecino, deberá llamar a Bravo en el arco, Vidal, Sánchez y Beausejour en el ataque, de defensa al pitbull Gary Medel. De esta manera, por “choro “que presuman, nadie se atreverá a faltarnos el respeto.
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