Ningún canciller desde el retorno a la democracia había sido tan ausente como el actual ministro Ampuero.
Quizás, su primer error fue no advertir al entonces recién electo presidente Piñera de lo inconveniente de la designación de su hermano Pablo, como embajador en Argentina, con los sabidos costos políticos para la figura presidencial.
En el diferendo limítrofe con Bolivia, su impericia fue evidente, al replicar una y otra vez al presidente Evo Morales, dándole así tribuna ilimitada para que hiciese un festín de declaraciones en los medios de comunicación; contrario a la estrategia del ex canciller Muñoz.
Cabe aclarar, que el éxito en tal diferendo fue fruto del trabajo constante, metódico y profesional de un sólido equipo de internacionalistas, quienes venían trabajando desde ya hace bastantes años en el asunto. Ampuero no tiene ningún mérito directo o indirecto en su resultado. Tan sólo una débil vocería que dio a entender que el resultado equivalía a que Chile hubiese ganado una contienda deportiva internacional.
Es tal, su ausencia que las declaraciones en materia de política exterior, desafortunadas por lo demás, las ha llevado, el propio Presidente de la República, como en el caso de Argentina y el inventario de glaciares; el ministro de economía señalando que nuestro país, era una casa buena en un barrio malo - ¿que pensaran los vecinos del barrio?- y recientemente, la ministra Pérez informando acerca del reconocimiento del gobierno chileno, al triunfo del ahora electo presidente de Brasil, Jair Bolsonaro aprovechando de anunciar su próxima visita a Chile.
De lo anterior se deduce que hoy, dirigir la política exterior del país, requiere de otros parámetros y condiciones, dadas las complejidades y características propias de la actual temática mundial.
Los cancilleres hoy deben poseer ciertas destrezas básicas como la academia, el manejo integral del derecho internacional, la economía global e integración en el nuevo orden mundial; poseer relaciones políticas internacionales privilegiadas y liderar los desafíos que hoy tiene el ministerio de Relaciones Exteriores hacia su interior.
En tal sentido, y demás está en profundizar en el tema, existen grandes desafíos internos en el Ministerio: la puesta en marcha de la anhelada ley que moderniza nuestra cancillería, que crea la Subsecretaría de asuntos económicos; la reformulación y especialización de la carrera diplomática, incluidos temas de alta dirección pública; la urgente redefinición del rol de ProChile, incorporando áreas de transferencias tecnológicas, que permitan potenciar la investigación y desarrollo en nuestra oferta exportable y varias otras reformas y desafíos no menos importantes.
A mi juicio, en el plano externo, nuestro país debería potenciarse como uno de los mayores promotores a nivel global del libre comercio, oponiéndose abiertamente a la guerra comercial entre los Estados Unidos y China; liderar la defensa de los derechos humanos en la región, considerando las crisis políticas y humanitarias de Venezuela y Nicaragua; consolidar a nuestro país como un promotor de paz y sustentabilidad en foros multilaterales y bilaterales en concordancia a una estrategia de largo plazo de nuestra política exterior.
Es decir, el protagonismo y liderazgo, aprovechando las oportunidades y nuestra consolidación democrática, deben no solamente ser circunscritos a los acuerdos de carácter económico, sino también a la convicción de alcanzar liderazgo político internacional. Tenemos acuerdos económicos con más del 85% del PIB mundial, lo cual significa, que hoy la política exterior no sólo debe fundarse en el comercio internacional.
De lo anterior, y en mi opinión, Ampuero no tiene los pergaminos y menos los conocimientos técnicos para liderar tan compleja misión.
Es más, ¿se imagina usted, que a raíz del libro Diálogos de Conversos y su cuestionamiento al Memorial de los Detenidos Desaparecidos, encabece en su calidad de canciller, alguna ceremonia en el exterior a algún soldado desconocido o participe en un homenaje a las víctimas de soldados polacos, en manos del régimen estalinista, en la denominada masacre en los Bosques de Katin? Francamente no.
El mundo es hoy tan dinámico y con transformaciones a tan alta velocidad, que lo que se requiere son políticos expertos en el andamiaje internacional.
En Chile y específicamente, en la alianza de gobierno, existen personas y profesionales altamente calificados, incluyendo en el propio Ministerio, para encabezar tal gestión y reconocer que los tiempos de la diplomacia, en torno a una buena mesa adornada de cuentos y poemas, está simplemente obsoleta.
A pesar de que somos un país pequeño, nuestra historia y vocación democrática, incluyendo los sabidos traumas, nos hace que seamos actores relevantes en diferentes foros e instancias internacionales y no podemos darnos el lujo de perder liderazgos, muchas veces merecidamente ganados, sobre todo desde el retorno a la democracia.
Hemos tenido a cancilleres a la altura de los desafíos de nuestra política exterior. Pienso que sería una decisión acertada, evaluar profundamente el estado de nuestra política internacional, y no dejarla solo acotada al arbitrio de haber obtenido un buen resultado en el diferendo con Bolivia en la Corte Internacional de Justicia en La Haya.
Sería un profundo error. Así es, sería un error que la gestión de la cancillería, fuese de tal banalidad que se caiga en la tentación de sólo revisar las encuestas de popularidad y celebrar sus resultados periódicamente. El tema es mucho más delicado.
No podemos darnos el lujo de designar cancilleres al azar o de acuerdo a originalidad política. En esto, hay que caminar sobre suelo firme y seguro. La política exterior no se puede medir en su gestión con encuestas y sondeos de opinión y ser entregada al escrutinio público nacional. No hay espacio para eso. Es un tema de Estado.
Demás está en señalar, la imprudencia y osadía, por decir lo menos, de tener una embajada, no la única, como la de un país tan importante como Francia sin embajador durante ya casi ocho meses, en medio del proceso de extradición de Palma Salamanca y el otorgamiento de asilo por parte de la oficina francesa de protección a los refugiados y apátridas. La guinda de la torta.
La mesa está servida pero tiene una pata coja y nadie quiere escribirle a canciller Ampuero.
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