El papa León XIV y el suicidio

El papa León XIV ha invitado a los católicos a rezar en este mes de noviembre "por todas aquellas personas que están luchando con pensamientos suicidas para que puedan encontrar en su comunidad el apoyo, el cuidado y el amor que necesitan y se abran a la belleza de la vida".

El llamado de León XIV abarca los dos grandes motores de nuestra fe: la oración y la acción (ora et labora, como dijo san Benito). Por una parte, nos pide rezar y por otra, hacer comunidad. La comunidad ha de ser un espacio privilegiado de encuentro, donde se brinda apoyo, cuidado, en una palabra, amor, porque amar no es tanto un sentimiento cuanto una acción: apoyar, cuidar, proteger, hacer el bien. Y en esta vivencia comunitaria tenemos que descubrir y transmitir la belleza de la vida; en otras palabras, quizá más ajustadas a la realidad, que vivir vale la pena. Sí, porque vivir no es fácil.

Me parece que, a grandes rasgos, las causas del suicidio son fundamentalmente dos: 1) se ve como la salida a una situación problemática de tal magnitud, que se percibe como que no tiene salida o solución. Si la muerte es un límite impostergable que nos angustia, la vida puede convertirse en algo más angustiante que la muerte. 2) la ausencia o pérdida de sentido: no vale la pena vivir una vida vacía.
El suicidio es un acto de desesperación en el sentido de des-esperanza, es decir, pérdida de toda esperanza. Un antídoto: la experiencia comunitaria.

Pero vivimos en ambientes y sociedades de tipo individualista en la que se nos ha inculcado el competir en vez del compartir, donde cada cual ha de "rascarse con sus propias uñas". Es la ley de la selva donde sobrevive el más fuerte. Y este tipo de mentalidad se encarna en determinadas opciones políticas fácilmente reconocibles. El individualismo y la competitividad sin reparos nos conducen a un suicidio social. Que sirva esto como un criterio para las elecciones que se aproximan.

¿Cómo recuperar el sentido? ¿Cómo re-descubrir la belleza de la vida? La propuesta de Jesús, válida también para la sociedad civil, es el tipo de comunidad que él constituyó con sus discípulos, una comunidad a contra-corriente porque está (o debería estar) regida por el servicio: "El que quiera ser importante entre ustedes, que sea su servidor; y el que quiera ser el primero entre ustedes, que sea el esclavo de todos" (Mc 10,43-44). Y no sólo lo dijo, sino que lo hizo, por eso en el versículo siguiente dice: "Pues tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por todos" (Mc 10,45).

En una comunidad así, en una sociedad en la que se cultiva la amistad cívica en torno al bien común y a la preocupación solícita por los más desposeídos, en la que se recompone un sano tejido social, se re-descubre el sentido de la existencia, la belleza de la vida, la vida como un don recibido que a su vez se da en el servicio.

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