Muchos ya retomaron sus actividades habituales y otros comenzaron el retorno a esta “nueva normalidad” con una propuesta de hacerla una “nueva mejor normalidad”, a pesar de que el riesgo de enfermar sigue latente. Parte importante de hacer este retorno “mejor”, es ocuparnos de nuestra salud y así hemos notado mucha preocupación por el peso corporal y por manejar la obesidad, considerando las implicancias que esta enfermedad tiene asociada a la infección por COVID-19. Y es ahí donde aparece el gran tema siempre latente: las dietas.
Las dietas para bajar de peso generalmente tienen éxito a corto plazo, pero muchas suelen fallar a medida que pasa el tiempo. ¿Por qué? La respuesta es más simple de lo que pensamos.
Las dietas tienden a centrarse en las reglas de la alimentación (qué y cuánto comer) para obtener resultados. Lo más probable es que éstos sean la pérdida de peso o, en el caso de la diabetes, la mejora de los valores de glucosa en sangre. Pero como todo cambio, está sujeto al estrés de la vida diaria y las presiones externas, lo que se hace muy difícil de sostener.
Es por esto que una modificación de nuestras costumbres es lo que trae mejores resultados. Algo que tiene bastante éxito es cambiar la forma de comer, puesto que sin cambio de comportamiento, las dietas serán inútiles.
Desde que en 1979 Jon Kabat-Zinn desarrolló la técnica Reducción del Estrés basado en la Atención Plena, mucho tiempo ha pasado. A medida que fueron pasando los años, estas técnicas se han ido desarrollando en los distintos ámbitos y por supuesto, la alimentación ha sido unos de ellos.
Mindfulness es un término que se ha vuelto popular porque nos llama a tomar conciencia en nuestra vida, cualquiera que sea el enfoque. Así, la "alimentación consciente" nos invita a tomar conciencia de cómo comemos. Bajo esta práctica nos hacemos cargo de las sensaciones que tiene nuestro cuerpo, reconociendo el hambre que es física y diferenciándola del hambre emocional.
¿De qué se trata esto? Las emociones, y su dificultad para gestionarlas, como aburrimiento, tristeza o ansiedad pueden ser un desencadenante de la conducta alimentaria.
Esto tiene mucha relevancia en los pacientes con sobrepeso. Cuando se les enseña sobre “Alimentación consciente” la autoconciencia se dirige al cuerpo, a los riesgos para la salud, al comportamiento alimentario y a los pensamientos disfuncionales relacionados con la comida. De esta forma se hace más fácil sostener estos nuevos hábitos alimentarios.
Lo bueno de todo lo que se ha aprendido con el Mindfulness es que, ya sea en la alimentación o en la vida, nos ayuda a relajarnos, a tomar distancia emocional y a enfrentar los eventos estresantes de una mejor manera.
¡Y qué mejor tiempo para poner esto en práctica que hoy!, en que estamos sometidos a mayor estrés, dado por la incertidumbre y los bruscos cambios que hemos sufrido como personas y como sociedad en tan poco tiempo.
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