La imaginería futurista nos dice que viviremos hasta los 100 años, antes del 2050, gracias a la tecnología que permitirá prolongar la vida. Sin duda que ello sería posible para algunos, en los países desarrollados, pero no lo será en términos poblacionales, porque las realidades sociales no se pliegan a los deseos y algoritmos de los tecnócratas de Silicon Valley.
La esperanza de vida es una medida resumida de la mortalidad de una población.
La esperanza de vida del período es la cantidad promedio de años que una persona viviría a partir de una determinada edad, si él o ella experimentara las tasas de mortalidad prevalecientes en esa población a lo largo de su vida. Durante el siglo XX se produjo un aumento enorme de la esperanza de vida, pasando de los 50 a los 80 años, para las poblaciones de los países desarrollados e incluso en nuestro país alcanzamos una esperanza de vida semejante.
Gran parte de ello se produjo por el mejoramiento considerable de las condiciones y calidad de vida, educación, ingreso, vivienda entre otras, y también por el acceso a mejores técnicas sanitarias como vacunas, agua potable, alcantarillado, e incremento de las posibilidades de curar afecciones frecuentes y graves, mediante las vitaminas, las hormonas, los antibióticos y acceso a técnicas quirúrgicas de gran impacto, entre otros avances.
Con todo, se estima que el aporte de la tecnología en la salud impacta en un 25% de la esperanza de vida y que el 75% restante son las condiciones de vida y el ambiente en que se vive.
Para desmentir la ilusión tecnocrática basta con citar un reciente artículo de la revista British Medical Journal (BMJ 2018; 362:k3399) del 18 agosto del 2018, donde se publica que en los años 2015 y 2016, disminuyó la esperanza de vida en Estados Unidos, en forma medible y estadísticamente significativa. Se atribuye esta disminución a diferentes causas.
1.- La epidemia de influenza, que causó un mayor número de muertes que las previsibles para esa afección.
2.- El incremento de las muertes por sobredosis de opiáceos, verdadera epidemia en Estados Unidos, por uso desmedido de esas drogas para el manejo del dolor crónico y la dependencia que produce.
3.- El aumento de los suicidios, especialmente en los jóvenes y las personas de tercera edad.
4.- Creciente consumo de drogas y alcohol.
Además de las causas anotadas en el BMJ, la tendencia en USA a disminuir la esperanza de vida, es influida por la obesidad, 37% de la población sufre de esa condición y el 4% de obesidad mórbida, esto último equivale a 9 millones de personas, que con sus consecuencias de enfermedades crónicas y muertes prematuras, agrega a la disminución de los años de vida promedio de los estadounidenses.
Entre las causas señaladas sólo la influenza requiere de un enfoque estrictamente médico sanitario, mientras que las otras requieren un manejo socio sanitario y eficaces políticas públicas.
Esto sucede en el país que ha llevado la informática a su más alto nivel, donde se inventó la Inteligencia Artificial, y se practica telemedicina y opera el hospital digital, desde hace años y en forma intensa. Lo que lleva a pensar que no es el uso de la tecnología lo que va a permitir mejorar la salud de su pueblo.
¿Dónde está el algoritmo de la prevención del consumo de opiáceos?
¿Cómo enfrenta la tecnocracia la epidemia de suicidios?, problemas sociales que ningún algoritmo predice y que no están siendo controlados, rompen el mito de la prolongación sin límite de la vida humana, y que expresan que hay mucha gente protestando con sus cuerpos contra una forma de vida que los somete, a expensas de su propia salud y voluntad.
Consumo y deuda, pareja patogénica, son rechazadas inconscientemente, negándose el cuerpo a ese modelo de vida. Todo ello no permitirá cumplir la tecno utopía de la prolongación sin límite de la vida humana.
Los tecnócratas de los algoritmos sueñan con un mundo sin gente que los importune en sus planes, pero la gente está y sufre, se enferma y lucha para no ser sólo un objeto de los designios del mercado.
Al contrario, el aumento de la esperanza de vida sólo podrá venir de mayor equidad, menor consumo, mayor solidaridad e integración social, en breve más felicidad, y no de la tecnología, que ya vimos sólo contribuye en un cuarto a la esperanza de vida de la población.
El gran problema de la tecnología en el campo sanitario es que se orienta sólo al manejo de las enfermedades, donde está el dinero y no tiene nada que aportar en el campo de mejorar la salud, que es lo que se necesita para realmente aumentar la esperanza de vida, pero donde no está el lucro.
Para enfrentar el futuro debemos transitar de la atención de la enfermedad a la creación de la salud, con esfuerzos comunitarios participativos.
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