Valentina Tereshkova se convirtió en la primera mujer en ir al espacio el 16 de Junio de 1963, cuando tripuló la nave soviética Vostok 6. Fue seleccionada de entre 400 aspirantes y luego entre 5 finalistas. Fue y volvió, y pudo contemplar desde el espacio nuestro planeta azul, el mismo que se inhabilita para la vida humana en "What else!", la película de Clooney en Netflix que, a diferencia de la opinión de los especialistas, me pareció una muy buena.
Cuando pequeñas, mis queridas compañeras de curso, las mellizas Zemelman, hijas de don Raul Zemelman, microbiólogo de la Universidad de Concepción, recibieron la vacuna contra la poliomielitis, al igual que todos los hijos pequeños del equipo científico que participaba en el desarrollo de la vacuna en USA, la que se autorizó en 1962. Claudia y Paula fueron nuestras Tereshkovas de la época. Por lo pronto, se libraron de la polio y se transformaron en destacadas profesionales de la salud.
Pero, ¿conoce usted a Katalin Karikó? Una mujer húngara, criada en una casa carente de agua potable y refrigerador, en Szolnock, en las afueras de Budapest. Según señala La Tercera, era hija de un carnicero, familiarizada con las vísceras de los animales producto del trabajo de su padre. Se doctoró en la Universidad de Zeged y emigró de la Hungría comunista apenas tuvo la ocasión. Yo estuve por esos lares en la década de los '90 y todavía era perceptible el peso de la cortina de hierro, producto de lo cual no tengo registros de la hermosura de Budapest y del Danubio, sino más bien los tengo de una serie de "malas ondas" que nos tocó vivir durante nuestra estadía en el lugar. Así es que ¡bien hecho!, digo, cuando Katalin decide emigrar en busca de futuro.
El otro húngaro que conozco es a don Juan Szerecz, artífice de las hamburguesas "Rich", famosas en Concepción desde el año 1975, cuando se instaló por primera vez en la Galería O'Higgins. ¡Magníficas las hamburguesas de este zíngaro!
Katalin Karicó migró, buena noticia, y pudo perseverar -y aquí sí que la perseverancia importa- en asuntos relativos al desarrollo de inmunidad a partir del uso de ARNm -Ácido Ribonucleico Mensajero-. Tal perseverancia le permitió continuar pensando en ello a pesar de las dificultades que encontró para sortear el riesgo financiero de sus investigaciones. Hasta que ¡oh, el destino!, se topó con Drew Weissman y desarrollaron un producto cuyos derechos vendieron a ModeRNA, quienes a su vez vendieron varias de las patentes a BioNTech para el desarrollo de vacunas contra el cáncer y, más tarde, para el desarrollo de vacunas anti Sars-Cov-2. Y henos aquí.
Nos dice Katalin que Estados Unidos y la Unión Europea dieron dinero de sus contribuyentes a diferentes compañías para acelerar el desarrollo de la vacuna, asumiendo el riesgo de que el resultado no fuera bueno y el dinero se perdiera. Es decir, tomaron el riesgo y con esa decisión acortaron el plazo para tener un producto que finalmente resultó ser eficaz para la humanidad. Es decir, valió la pena. Piensen nomás en el dinero que gasta la industria farmacéutica para desarrollar nuevos productos generando líneas de investigación cuya inmensa mayoría no llega a puerto, pero en ese caso es dinero privado que pagamos después en los precios durante los períodos que duran las patentes.
También nos dice Katalin que la vacuna ARNm es más eficaz y segura que aquellas que contienen virus atenuados o inactivados y que el desarrollo de una futura vacuna ARNm frente a problemas del mismo tipo que se presenten será mucho más rápido dada la experiencia que adquirieron la compañías en la producción. Es decir, gracias a las ciencias la humanidad ha dado otro salto tecnológico de la mayor trascendencia. Y gracias a la convicción y a la perseverancia de esta formidable mujer.
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