A la pandemia primaria de la obesidad, se sumó la de COVID-19 que trajo incertidumbre e impacto en la economía de nuestro país, que ya venía con problemas desde la crisis social del 2019. En esa línea, no sabemos qué alimentos van a aumentar de precio, pero sí es claro que en otros países esto ya está sucediendo.
Hemos pasado por mucho y hemos estado sometidos a muchos factores "obesogénicos" como dormir mal, estrés, teletrabajo y, lamentablemente en algunos casos, a la pérdida del trabajo que además contribuye con la alteración del ciclo circadiano y de nuestras rutinas de alimentación, actividad física y sueño. Ni hablar de nuestra alimentación que se ha vuelto más emocional y de peor calidad para la mayoría. En este escenario, que se sume el alza en los alimentos puede ser la "gota que rebalse el vaso", pero mi llamado es a esperar y ver cómo se comporta nuestra economía que hasta ahora va en repunte (el valor del cobre va en aumento).
No podemos olvidar que la economía es muy dinámica el 2021, pero siempre estará afectada por variables macroeconómicas, la que a su vez está influida por variables internas y externas. Por otra parte, los alimentos con más elasticidad de la demanda se verán más afectados. Cuando el precio aumenta la demanda cae más fuerte. Por ejemplo, si sube la carne y el pan, la mayoría de los hogares preferirá comprar pan y ahorrar en la carne, existiendo así alimentos más o menos "elásticos".
En mi opinión, la economía debe enfocarse cuanto antes en absorber el desempleo y en ese contexto las políticas públicas deben tender y ser consistentes en evitar las externalidades negativas de una mala alimentación, por ejemplo, aumentar el precio de los alimentos saludables.
No se trata solo de mejorar el ingreso y la macroeconomía en números, si no que las políticas públicas deben abordar otros aspectos como la salud y así evitar los elevados costos que la malnutrición por exceso (sobrepeso y obesidad), secundarios a una alimentación inadecuada y sedentarismo (entre otros muchos factores).
La alimentación es parte del bienestar y la felicidad de las personas, es uno de los placeres de la vida y debemos resguardarla y favorecer que sea saludable. Es más barato subsidiar alimentos saludables que tratar las enfermedades y todo el costo económico que la obesidad produce.
Propondría un incentivo a la alimentación saludable a agricultores, pymes y a quienes producen alimentos de este tipo para evitar la sustitución de estos alimentos por otros más dañinos que tienden a ser más económicos y accesibles. Tal vez analizar la política de impuestos o aumento de precio de los alimentos procesados.
En una visión de largo plazo para la economía y la salud de nuestro país se concibe la tendencia a evitar la sustitución de alimentos sanos por los que no lo son, para evitar externalidades negativas al aumentar el precio de los alimentos saludables.
Debería haber una política pública que busque cómo bien común la salud de las personas y una sociedad más feliz y saludable más que priorizar solo la maximización como fin último porque finalmente se paga más caro a largo plazo.
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