Las vacaciones son un momento perfecto para disfrutar del tiempo libre y romper con la rutina. No obstante, a veces nos dejamos llevar por esto y descuidamos nuestra salud, abandonando tratamientos o hábitos saludables, que puede llevar a importantes problemas que juegan en contra de nuestro bienestar. Por esto, es importante reforzar el llamado al autocuidado de los veraneantes, sobre todo de aquellos que pertenecen a los grupos más vulnerables de la población, como los niños, personas mayores y los que sufren afecciones crónicas u otros problemas dermatológicos que suelen agudizarse durante esta época.
Pataches, comilonas, algunas copas de más, mayor trasnoche y las altas temperaturas tienen efectos directos en, por ejemplo, los diabéticos quienes, debido al daño que sufren en sus vasos sanguíneos y nervios, las glándulas del sudor se ven afectadas, por lo que no pueden enfriar su cuerpo con la misma eficacia que otros, haciéndolos más propensos a los golpes de calor (que pueden llegar a ser fatales). Asimismo, se genera un círculo vicioso ya que tienden a deshidratarse de forma más rápida, lo que eleva sus niveles de azúcar en la sangre que -a su vez- genera que orinen con más frecuencia lo que contribuye también a la deshidratación.
En el caso de las enfermedades cardíacas, el calor y la deshidratación hacen que el corazón trabaje más ya que, en el esfuerzo por bajar la temperatura corporal, traslada más sangre a la piel, sometiendo al corazón a un estrés mayor. Por otra parte, los hipertensos -y debido al efecto vasodilatador del calor- pueden generar descensos bruscos en la presión, produciendo una hipotensión que, de no ser tratada a tiempo, puede tener efectos dañinos en el corto plazo.
Pacientes con rosácea, dermatitis seborreica u otro tipo de problemas dermatológicos también se ven afectados en verano producto de una mayor exposición al sol, el mismo efecto vasodilatador del calor y una mayor actividad de las glándulas sebáceas. Esto, junto con los cambios en la barrera cutánea por los efectos del agua de la piscina, el cloro, el mar o la fricción de la arena, provocan brotes y la agudización de sus síntomas.
Sea cual sea el caso, es imprescindible que el cuidado, los controles médicos y los buenos hábitos no salgan de vacaciones. Se recomienda que todos estos pacientes consulten a su médico, que podría ajustar las dosis o frecuencias de sus tratamientos, para contrarrestar los efectos de las altas temperaturas y la humedad de este periodo. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud (2017), en Chile existen más de 11 millones de personas con algún tipo de patología crónica, número que se vio aumentado post pandemia. En este escenario, es fundamental el autocuidado de estos pacientes para que, efectivamente, puedan disfrutar de la época de descanso y no terminen sus vacaciones en algún centro asistencial.
Pero no todo es peligro, el verano y las vacaciones son un tiempo inmejorable para descansar, recuperarse del estrés del año y, ciertamente, aprovechar todas las ventajas que nos ofrece la temporada estival. Volver a dormir las recomendadas 8 horas diarias, hidratarse con al menos dos litros de agua al día y hacer algún tipo de actividad física es perfectamente compatible con el también siempre necesario tiempo para pasarlo bien.
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