En Chile no hay ley de salud mental: medicamentos y enfermedad

Hace algunas semanas, en una columna escrita en The Clinic, el director de la Fundación ProCultura, el psiquiatra Alberto Larraín, relevaba diez consideraciones respecto a la situación de la Salud Mental en Chile, muchas de ellas tan dramáticas como desconocidas. 

Sin embargo, también existen otras que es necesario  conocer para enfrentar estos desafíos, en forma tal que el remedio no resulte peor que la enfermedad. 

1. En Chile se comercializan al año, 4 millones de cajas de tranquilizantes y ansiolíticos; 4 millones y medio de antidepresivos y casi 2 millones y medio de inductores del sueño. 

2. El uso de dosis diarias de antidepresivos en nuestro país aumentó más de 470 por ciento en tan solo 12 años. 

3. Un estudio transversal realizado en la atención primaria de salud, constató que un tercio de los encuestados usaba algún tipo de psicofármaco. A todos los pacientes con evaluación de “insomnio” se les recetó uso de alguna benzodiacepinas. Cuando el cuadro fue sindicado como “trastorno ansioso”, se prescribió en el 84% de los casos. Finalmente cuando el diagnóstico fue “trastorno depresivo”, alcanzó al 93%  de los afectados. 

4. Según informes del CONACE de un total de 575 pacientes ingresados a urgencia de un hospital público de Santiago, un 20,9 por ciento arrojó positivo en el consumo de benzodiacepinas: 17,6 por ciento en hombres y 27,2 en mujeres. 

5. En cuanto a la medicación de los psicofármacos en un centro de atención primaria de salud, un 74% fue prescrita por un médico general. Solo en un 13% por un psiquiatra y un 6% por un facultativo de otra especialidad. 

6. En muchos países de Europa hay reconocidos psiquiatras, investigadores y psicólogos, avalados por numerosos estudios, que discrepan respecto de la eficacia de antidepresivos y antipsicóticos para todo evento. Reparan además en los riesgos del síndrome de abstinencia de ellos, y solicitan que los pacientes sean advertidos, al momento de su prescripción, de los efectos y riesgos complementarios de su uso. 

7. La Fentermina usada como inhibidor del apetito, pero que es de la familia de las anfetaminas, según datos del Instituto de Salud Pública (ISP), aumentó de 3.565 cajas vendidas en 2012, a 970.574 en 2017.  

8. El metilfenidato es uno de los principales componentes suministrados para el Tratamiento de Déficit Atencional con Hiperactividad (TDAH), estimulante derivado de la anfetamina, compuesto principal de Ritalín, Aradix, Concerta, entre otras. En 2010, CENABAST, proveedor del 40% de hospitales y consultorios públicos, compró un total de 339.650 cajas de metilfenidato. El 2011 estas llegaron a 6.657.051 y el 2012, esta cifra aumentó hasta alcanzar los 7.961.594 de cajas. Finalmente el 2013  ascendieron a  8.392.942 de cajas de este componente.

9. De acuerdo a una de las pocas informaciones al respecto, y de hace 10 años atrás, un estudio señaló que las ventas de la industria farmacéuticas en Chile superaban los US$1.000 millones, de las cuales un 76% corresponden a medicamentos del llamado mercado ético o de receta retenidas, dentro de las cuales están los psicotrópicos. 

10. Chile pertenece al 30% de los países que no cuenta aún con una Ley de Salud Mental. 

No se trata de abogar por la prescindencia del uso de psicofármacos en algunas situaciones. Estos pueden ser de mucho y vital ayuda en casos agudos, como por ejemplo, estabilizando el ánimo y/o del sueño, que permita empezar y acompañar una acción terapéutica integral.

Sin embargo, muchas veces son una falso auxilio o incluso perjudicial para fortalecer las capacidades propias. Y en otro sentido también, una manera de inhibir la reflexión y acción respecto de los determinantes sociales que intervienen en su generación. 

No todo dolor psíquico, emocional o anímico es enfermedad o trastorno mental. Algunos tienen que ver con las vicisitudes propias de la vida y nuestra estructura como seres humanos.

La ansiedad, la tristeza, las pérdidas, las dificultades de sueño, la inquietud de los niños, los dilemas de hombres y mujeres, terminan tratadas como trastornos o patologías. 

Los fármacos pueden ser muy necesarios y útiles en patologías mentales severas que provocan una discapacidad prolongada o persistente. Pero en la reacción a problemas cotidianos y sociales nos pueden volver más débiles y reforzar las condiciones de producción del malestar social.

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