Chile merece cuidados: salas (adultos) mayores y otros pasos que faltan

Cada día, en miles de hogares de Chile, alguien organiza remedios, acompaña terapias, prepara comida especial, cambia pañales a una persona adulta. Son cuidadoras y cuidadores que sostienen la vida sin sueldo, sin derechos y casi siempre en silencio. Imagina tener la voluntad de trabajar, las ganas de sentirse útil, pero no poder salir porque no hay nadie que cuide a quien amas. Esa es la realidad diaria de miles de familias en Chile.

El cuidado no puede seguir siendo una condena silenciosa. Chile debe dar el paso que ya dieron otros países: crear redes que permitan trabajar sin dejar de cuidar. Esta semana, en la población Maule de Renca una mujer lo dijo con crudeza: "Me encantaría volver a trabajar, sentirme útil, pero no puedo porque debo cuidar a mi marido. Tuvo un ACV y lo cuido todo el día. Cuando logro venir al club del adulto mayor, es solo para desconectarme un rato. Si hubiera un lugar donde dejarlo seguro, todo sería distinto". Ese lugar no existe. Y ahí está el problema.

Según la Encuesta Casen 2022, más de 1,2 millones de hogares tienen al menos un cuidador principal no remunerado. Ese trabajo invisible equivale a más del 20% del PIB ampliado, pero no genera ingresos, derechos previsionales ni respiro. Mientras tanto, el desempleo femenino alcanzó 9,9%, y muchas mujeres no aparecen en la estadística porque migran a la informalidad, buscando ingresos compatibles con el cuidado. Lo vemos en comunas como Renca, Independencia o Quinta Normal, donde la feria es la alternativa ante un Estado ausente.

Chile debate hoy un Sistema Nacional de Cuidados. Es un avance, pero aún cojo: reconoce derechos, pero no entrega soluciones reales para compatibilizar trabajo y cuidado. Reconocer sin proteger es una forma elegante de indiferencia. El paso que falta es un modelo progresivo:

    • Salas mayores: centros de acogida diurna. En Chile existen algunos centros diurnos del Senama, pero son insuficientes, funcionan medio día y su foco principal es recreativo. La propuesta de salas mayores va más allá: espacios comunitarios, al estilo de las salas cuna, pero pensados para personas mayores con dependencia pero autovalentes físicamente -como adultos con Alzheimer, demencias u otras condiciones similares-. Contarían con horarios extendidos, asistencia profesional, alimentación y actividades de estimulación. Su objetivo es claro: dar a las familias tiempo real para trabajar, hacer trámites o simplemente descansar, algo que hoy no está garantizado
    • Apoyo domiciliario parcial: hoy, los programas existentes se enfocan en cuidados prolongados o institucionalización, pero no en dar respiro a las familias en su vida cotidiana. Por eso proponemos servicios móviles que acudan a los hogares por horas, idealmente una o dos veces por semana, para quienes no pueden trasladar a su familiar dependiente. Ese tiempo puede significar mucho: hacer trámites, ir al consultorio, retomar un trabajo temporal o simplemente descansar. Porque todas las familias necesitan tiempo para vivir, y la falta de apoyo no puede seguir condenándolas al aislamiento y la pobreza
    • Principio "Me Cuidan También"
      1. Subsidio para quienes deban dejar su empleo por cuidado intensivo, evitando que la pobreza sea el precio de la solidaridad
      2. Cotización previsional y de salud financiada por el Estado, para que cuidar no signifique pensión cero
      3. Puentes hacia la reinserción laboral, con capacitación flexible y prioridad en la contratación
      4. Es posible? Sí, y otros países ya lo hacen. España: más de 3.000 centros de día financiados por la Ley de Dependencia, con servicios de transporte, atención profesional y estimulación cognitiva, reduciendo la sobrecarga de las cuidadoras. Corea del Sur: modelo integrado en el seguro nacional, que combina atención domiciliaria y centros diurnos con transporte puerta a puerta. Canadá: programas municipales que incluyen respiro domiciliario, terapias y alimentación para personas dependientes, apoyando la conciliación laboral


Chile no tiene que inventar la rueda. Tiene que adaptar buenas prácticas.

¿Cuánto cuesta?

Implementar esta política con cobertura inicial para 120.000 personas costaría alrededor de 0,13% del PIB, según estimaciones del BID para modelos similares en América Latina ("Funding Options for Long-Term Care Services in Latin America and the Caribbean", 2021). Es menos de lo que Chile gasta en programas transitorios y muchísimo menos que el costo social de seguir ignorando esta realidad: pobreza estructural, pensiones mínimas y pérdida de productividad.

Se trata de justicia social progresiva y de bienestar. Abordar la salud mental no significa limitarse a tratar problemas individuales o familiares; implica también enfrentar las patologías sociales que nos enferman: la sobrecarga, el abandono y la soledad en la adversidad. Dar apoyo a quienes cuidan no es un gesto simbólico, es construir bienestar colectivo. Porque un país que cuida a quienes cuidan es un país más fuerte, más justo y más humano.

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