Gran parte de la población asocia los problemas al hígado al alcohol o como consecuencia de algunos virus (como los de la hepatitis A, B, C, D y E). Sin embargo, los medicamentos, sustancias químicas y hasta algunas hierbas pueden ocasionar graves daños a este órgano, poniendo en riesgo la vida de quienes los padecen.
La hepatitis tóxica medicamentosa es una inflamación al hígado como reacción del sistema a sustancias -como las mencionadas- o el abuso de éstas, pudiendo provocar un daño hepático permanente o fallas agudas que, en algunos casos, podría conllevar la necesidad de un trasplante o la muerte del paciente. Lamentablemente, no existe una prueba específica para diagnosticarla (sólo se puede al ir descartando un sinnúmero de otras causas), pero su prevalencia es mayor en personas que consumen múltiples fármacos, especialmente en adultos y personas mayores.
Según estudios nacionales, éstas configuran el 10% de las hepatitis agudas en adultos y más de 40% en los mayores de 50 años, representando aproximadamente el 25% de las causas de fallas hepáticas fulminantes. Estas últimas, junto con la cirrosis, representan las principales indicaciones -y necesidad- de trasplante en adultos.
Por eso, como especialistas, somos enfáticos en insistir sobre la importancia de no automedicarse, consultar con un profesional competente ante cualquier malestar y a usar racionalmente los medicamentos, sobre todo uno de los más consumidos en el país como el paracetamol y antiinflamatorios no esteroideos (AINE). A fines de 2021, el Instituto de Salud Pública (ISP) informó que el paracetamol es el medicamento más vendido en el país, seguido por otros como el ibuprofeno y el ketorolaco (ANIEs).
No podemos permitir que el daño hepático causado por medicamentos llegue a convertirse en un problema de salud mayor, sobre todo si consideramos que -en los peores casos- se requerirá de un trasplante, cuya lista de espera supera las 2.000 personas en nuestro país.
En pocos días se conmemora el Día Mundial contra la Hepatitis y es momento de tomar conciencia que los medicamentos no pueden ser consumidos sin la orientación de un especialista médico, porque todos conllevan algún tipo de riesgo, que dependerá de la dosis y el historial de cada persona.
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