A medida que las personas envejecen, comienzan a padecer diversas patologías y deben aprender a convivir con varios medicamentos para tratarlas. La prescripción de éstos siempre se hará por la salud del paciente, aunque también conllevaría el riesgo de problemas asociados a la ingesta de varios fármacos a la vez como efectos adversos, sobredosis, subdosificación, ineficacia o interacciones entre ellos, convirtiéndose en un peligro real para el bienestar de esta población.
Investigaciones estadounidenses del Clinic Geriatric Medicine señalan que 30% del total de las prescripciones de fármacos son hechas a este grupo etario, mientras que 40% de ellos ocupa -por lo menos- un fármaco de venta libre con alta frecuencia. A nivel local, un estudio realizado a partir de los resultados de la Encuesta Nacional de Salud indica que casi el 32% de los mayores de 65 años consumen cinco o más medicamentos, complejizando el panorama, ya que casi el 50% de los adultos mayores con polifarmacia se automedica, de acuerdo al Programa Nacional del Adulto Mayor del Minsal.
Si bien cualquier paciente podría presentar efectos negativos a ciertos fármacos, las características propias de este grupo los hacen más susceptibles a producir cambios en la farmacodinamia y la farmacocinética que aumentarían este riesgo. Por esto, es clave mejorar la comunicación entre médicos y pacientes, ya que indicaciones poco claras podrían generar una "cascada farmacológica", en la que se comienzan a recetar más medicamentos para manejar efectos adversos o sintomatologías que se asemejan a otras. Sí, claramente esto provoca un problema mayor.
Para la Health Care Financing Administration de Estados Unidos, en esta etapa la monitorización del consumo de medicamentos es fundamental, sobre todo porque estos pacientes siempre son tratados por más de un facultativo a la vez. El mantener un listado actualizado de los medicamentos, documentar las indicaciones de nuevas recetas, resultados posteriores a la ingesta, además de los logros terapéuticos, serán primordiales para que un especialista pueda establecer eficacias, interacciones o efectos negativos y se reduzcan los riesgos de la polifarmacia.
Por último, nuestra sociedad sigue al debe con los adultos mayores, considerando que sólo contamos 146 geriatras en todo Chile (cuando deberían ser cerca de 700, de acuerdo a parámetros de la OMS) y aún tenemos regiones sin la presencia de estos especialistas. El adulto mayor y sus problemáticas médicas deben ser consideradas como una de las prioridades de nuestro sistema sanitario, para brindar una mejor calidad de vida, bienestar y dignidad en la última etapa de la vida.
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