Recuerdo que cuando se materializó el GES, Nuria Cunil me dijo que se trataba de una Política Pública con Enfoque de Derechos, cuyo parto en el 2005 no fue nada de fácil. En efecto, hasta la propia ministra de Salud de la época, Michelle Bachelet, fue removida de su cargo y trasladada al Ministerio de Defensa para despejar la pista de aterrizaje a los equipos reformistas de la salud, liderados por Hernán Sandoval. La reemplazó Osvaldo Artaza.
Esta reforma de 2005 que creó el GES ha sido la más sustantiva y profunda que se haya realizado en el sector de la salud en los últimos años. No ha habido nada semejante. Y el asunto no fue trivial, pues se trataba de establecer prioridades dentro del sector, definiendo problemas de salud que serían objeto de solución dentro de plazos acotados y en un contexto apropiado de calidad de servicios. Era un antídoto para las listas de espera. Esta idea generó una enorme discusión y surgieron grupos que se opusieron tenazmente a su materialización, como el Colegio Médico de aquellos entonces. Sin embargo, la idea con tufillo bancomundialista prosperó gracias a la tremenda voluntad del Presidente de la República, don Ricardo Lagos Escobar, entusiasmado con proveer derechos ciudadanos efectivos.
Entonces fueron seleccionados un conjunto de problemas de salud cuya carga de enfermedad era significativa y factible de reducir con los medios disponibles. Así fue que la extensión de los años de vida saludables determinó en gran medida la decisión de inclusión de problemas en las prioridades, los que han venido creciendo en el tiempo, hasta alcanzar hoy un número de 85. Trabajaron en este esfuerzo original importantes epidemiólogas chilenas como Patricia Frenz (QEPD), quien años después dirigió la Escuela de Salud Pública, así como la especialista en Evaluación de Tecnologías, la doctora Gloria Ramírez. Tal vez Ximena Aguilera tuvo algo que ver en este diseño, si bien se le reconoce con más claridad en la realización del primer estudio de Carga de Enfermedad junto a Marisol Concha, el que se realizó durante la gestión del ministro Carlos Massad y que fue un recurso que estuvo disponible para los gobernantes al momento del diseño del GES.
Una de las grandes inquietudes que surgían no decía relación con el rigor técnico/epidemiológico con que se diseñó el asunto, entre otras cosas por la confianza en las manos que lo llevaron adelante, sino con el hecho de priorizar y explicitar tales prioridades, en consideración a problemas que era posible recoger de experiencias de otras realidades que se derivaban de explicitar lo no prioritario, a las que recurría Oscar Arteaga, académico de la Escuela de Salud Pública, para plantear su preocupación. Pero finalmente, ya lo dijimos, la cosa fue adelante.
Tomó mucho tiempo materializar la garantía de calidad, vía acreditación, pero la garantía de oportunidad fue tomando forma desde un comienzo en la red asistencial pública y es interesante observar al día de hoy cómo una máquina instalada en el corazón de la red asistencial y de los hospitales, opera con eficacia. Así fue que las proas de los barcos se dirigieron hacia lo explícitamente garantizado. Veinte años después, si bien no conozco la situación del resto de los Servicios de Salud de Chile, en el Servicio Oriente, cuyos números manejo, el cumplimiento del GES durante el año 2024 fue de 99,5%. Es decir, si en otros servicios tenemos cifras más o menos semejantes, entonces la red asistencial pública cumple con buen éxito con la política de salud con enfoque de derechos, a lo que fueron convocados a partir del 2005. El asunto está felizmente instalado: cuando se exige a los hospitales públicos hacer gestión en base a un enfoque de la salud fundado en el ideario de los derechos, por lo general lo hacen con buenos resultados.
Lo que siempre estuvo claro, sin embargo, era que el sistema empezaría a zozobrar por los problemas NO GES. Este era el meollo de la discusión al momento de diseñar y establecer la política de priorización. Se sabía que, lógicamente, esto ocurriría, a menos que se allegaran al sector recursos infinitos que no estaban disponibles, lo que habría sido equivalente a garantizar todo a todos y entonces en ese nirvana no habría tenido sentido priorizar. Tal asunto, siempre se dijo, era impracticable. Es decir, cuando se decide priorizar, por la razón que sea, se debe tener en cuenta que habrá cosas que no serán priorizadas. Y aquí radican al día de hoy las listas de espera que trastornan a los gobiernos. El GES ha sido, en la práctica, una solución para las listas de espera históricas del sector, pero solo para el conjunto de problemas de salud que ha sido priorizado. Es necesario asumir hidalgamente esta política con enfoque de derechos que entre todos, gobierno y parlamento, especialistas y ciudadanos, instalamos hace 20 años y entonces seguir consolidándola. O bien, si no nos parece, empezar a pensar seriamente en otra cosa.
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