Formalmente el año 2005, luego de muchos años de desinversión, dejamos de contar con los dos tipos de vacuna nacionales que se producían en el Instituto de Salud Pública (ISP): La antirrábica y la vacuna para difteria, tétanos y pertussis.
Al momento de evaluar el término de dicha actividad, se tomó en consideración no sólo la alta inversión requerida para que la planta cumpliera con los exigentes estándares que el propio ISP debía exigir, sino la necesidad de que la entidad productora debía ser externa al ISP, de modo asegurar una debida garantía de calidad, junto a lograr establecer alianzas con entidades públicas, académicas y privadas, que permitieran hacer sostenible la investigación, innovación y desarrollo (I+D) que se necesita para hacer viable proyectos de esta magnitud.
En dicha época ello no fue posible. Hoy, afortunadamente hay signos alentadores de que esta estratégica actividad pudiera ser retomada. Para lograrlo, es clave se generen alianzas amplias entre universidades, el sector público y privado con fuertes redes internacionales, ya que no sólo es menester poner en marcha una planta de producción de altísimos niveles de calidad, sino que lo más importante es lograr capacidad para generar I+D de vanguardia.
De nada sirve una planta productiva sin capacidad de I+D, ya que al poco tiempo estaríamos en la obsolescencia y despilfarrando grandes recursos. La lección de esta pandemia, sobre todo para países como los nuestros, es que la soberanía en el tema de las vacunas, así como en otros temas tecnológicos, sólo es posible aunando muchas voluntades.
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