Hay un refrán que me gusta y se aplica perfectamente en el escenario que enfrentamos hoy: la verdad duele, la mentira mata, pero la duda tortura.
Y es que, es la incertidumbre la que estresa y hace aflorar el instinto de supervivencia, que se agudiza en la medida que aumenta el estrés, transformándose en un círculo vicioso.
El hacinamiento genera más estrés. La falta de estructura de las rutinas, aumenta el estrés. El estrés persistente genera cansancio, y el cansancio permanente aumenta la irritabilidad, caldo de cultivo de los conflictos interpersonales.
Alguien preguntaba en redes sociales cuáles pueden ser técnicas para enfrentar esta situación en casa, con varios niños, intentando instalar una escuela multigrado y manteniendo el ritmo de un trabajo que en su implementación se torna estresante, por la conectividad o su falta, por la ausencia de procedimientos para estos casos, por convertir las redes sociales, usadas por muchos como una vía de escape y diversión, en una suerte de prisión psicológica a la cual no se puede escapar, y con la cual es el único medio por el cual puedes conectarte con un mundo cotidiano que hoy nos parece lejano.
Mi recomendación es “entender que la actual situación no es la usual, por lo tanto, no se puede responder a los estándares usuales”. Piense que es un deseo casi adolescente, tener un trabajo en la casa, y poder realizarlo cuando se quiera, y así poder dedicar tiempo a nuestros seres queridos. En estas circunstancias “ideales” si lo piensa bien, se elimina el conflicto trabajo-familia, y lo que algunos llaman “doble presencia” (estar pensando en la problemas de la casa cuando se está en el trabajo).
Es que esta situación de excepción ha relativizado toda la forma en la que estamos acostumbrados a relacionarnos con nuestras necesidades básicas.
La autonomía a la que estábamos acostumbrados por poder comprar en el horario y día que quisiéramos, hoy se ha visto interrumpida.
Tiendo a pensar que si esto se mantiene por más tiempo, no importará si los huevos que lleguen a mi casa son o no de una gallina feliz. Hasta me he planteado que debí aprender a hacer pan como lo hacía mi abuelita.
Nuestra capacidad de adaptación es crucial en estas circunstancias, pero adaptarse consiste también en entender que no se debe continuar haciendo lo mismo, porque las condiciones no son las mismas.
De su trabajo, haga cuanto le pidan y sea posible realizar, nadie le pedirá hacer más de lo que se puede, salvo a todo el personal de salud, a los recolectores de basura, a los bomberos, a quienes hacen repartos a domicilio y a los encargados de remuneraciones de los lugares en los que trabajamos, aunque parece arbitraria la lista de las personas responsables en la sociedad.
Queremos continuar con un orden de sociedad como el que conocemos, pero si podemos exigir dejar de pagar un arancel, lo encontramos justo en estas circunstancias. Pedimos héroes, para no transformarnos en ciudadanos responsables y responsables de los acuerdos que adquirimos libre y voluntariamente.
No se exija en estos días hacer todo lo que tiene pendiente. Estar encerrado es estresante, ¿Para qué estresarse tratando de cumplir con cosas bajo un criterio de tiempo arbitrario?
Yo ya aceité las bicicletas de mis hijos, ordené por tamaño y color todos los tornillos que tenía en distintas cajas de herramientas, limpié la campana de la cocina, corté el pasto y ordené mis libros alfabéticamente y probaré la semana siguiente con el código Dewey.
Pero todo eso es irrelevante y está relacionado con nuestra necesidad de control. Ejemplo de ello encontrará en las iniciativas de los padres de decirles a los profesores cómo deben ser las tareas que envían para los niños en casa.
Es una oportunidad única de implementar con todo esmero el trabajo personalizado que siempre hemos exigido en la enseñanza. Si se llega a considerar que algunos profesores realizan su trabajo sin interés por los niños, ¿qué mejor oportunidad hoy de favorecer el proceso de enseñanza-aprendizaje sumado al amor inconmensurable que tenemos por nuestros hijos?
Los invito a pensar que esto pasará, no hay pandemia que dure cien años, lo que si puede ser duradero es el pesar y la amargura que se puede incubar en estas circunstancias. Es importante entender que para enfrentar la incertidumbre, debe limitar las fuentes de información para tomar decisiones, puesto que la estrategia de búsqueda de información para decidir se asocia con más dificultad de decisión, pesar, y menos satisfacción con la vida.
Y como en situaciones de estrés no es bueno racionalizar, la propia regulación emocional es crucial como estrategia. Por más repetitivo que le suene, en estas circunstancias lo más terapéutico que puede hacer es conversar sobre cómo se siente respecto de la situación que vive usted y su familia, no otros temas. Nada bueno saldrá de un desvío temático en estas circunstancias.
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