Y no eran abortivas: Ciencia para la política

Notable y rápido fue el cambio sobre los peligros eventuales de las bombas lacrimógenas. Un lunes eran potencialmente abortivas y se suspendió su uso por la policía anti-disturbios. El miércoles siguiente no lo eran y se les permitió salir a la calle nuevamente.

Me recordó el interminable debate sobre la píldora del día después, en el cual las posiciones a favor y en contra han sido algo más constantes y firmes.

Consultado el Presidente de la República por CNN Chile el día 21 de Mayo porqué se había llegado a conclusiones tajantes en tan poco lapso , él dijo: “Este asunto lo veníamos estudiando desde hace mucho tiempo” Una elegante salida para una contradicción flagrante.

Primera reflexión y pregunta: ¿Es posible hacer política con evidencias científicas razonables?

Respuesta: Sí es posible no solamente por la cantidad de información acumulada de fácil acceso electrónico. Si no la hay, mejor callar. Distinto es concluir que para resolver una duda es necesario realizar investigaciones que generen datos nuevos para afirmar o desechar una hipótesis.

Así se procedió en el caso de los niños de la Escuela de La Greda en Puchuncaví, donde se pidió al Departamento de Salud Pública de la Universidad Católica recoger datos mediante encuestas y muestras de orina y sangre a los alumnos de esa institución. La información estará disponible en un tiempo razonable para orientar las políticas de la autoridad.

Segunda reflexión: Si la autoridad desconoce un asunto, no debe temer aceptar la falta y debe comprometerse a buscar respuestas con la ayuda de los expertos. Así se ha hecho en múltiples ocasiones y la comunidad comprende que los ministros no son dioses sino que meros mortales. Pretender saberlo todo es peligroso porque no es cierto y se nota fácilmente.

Es perfectamente posible que muchas materias no estén suficientemente claras y necesiten mayor desarrollo de los métodos de investigación, del análisis de resultados acumulados y sobre todo, de la difusión del conocimiento científico aceptado y comprobado.

Es posible que en algunas circunstancias deba tomarse obligadamente decisiones que no tienen todo el sustento deseable desde la evidencia. Ahí se toma el riesgo político que ello implica, pero debe quedar claro ante los afectados el discernimiento entre un riesgo y un bien esperado.

En salud y en medicina la ciencia ha avanzado mucho, pero los espacios grises u obscuros siguen siendo importantes. El sentido común y la sabiduría popular atávica son buenos elementos a considerar cuando se debe generar una política.

Lo vemos en el caso de las enfermedades complejas como el cáncer o en algunas intervenciones terapéuticas sin suficiente respaldo.

Si las autoridades no tienen la información adecuada y se pronuncian con demasiada frecuencia ante los medios, la probabilidad de errar pasa a ser alta y ello debilita su estatura. La credibilidad es muy importante como factor de influencia en esta llamada la “sociedad del conocimiento”.

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