En Chile, más de 6.700 personas cumplieron 100 años en 2024. Y, sin embargo, actuamos como si envejecer fuera una rareza, una carga o una caída. La verdad es mucho más radical: lo que creíamos la última etapa de la vida se ha transformado en una nueva adultez, una fase vital de hasta 40 años, plena de potencial. Hoy, cumplir 65 no es despedirse. Es reubicarse. Puede que haya más vida por delante que la que hubo entre los 25 y los 60 años. Pero seguimos diseñando las políticas públicas como si después de jubilarse solo quedará la espera. Eso no solo es injusto: es ciego.
Este 2025 será un año electoral decisivo para Chile. Y la pregunta es urgente: ¿Quiénes están hablando de las personas mayores no solo como beneficiarios, sino como protagonistas del país que viene? Desde Flacso Chile se ha planteado una propuesta potente: repensar el envejecimiento no como una amenaza, sino como una oportunidad civilizatoria. Vivimos más porque hubo políticas que lo hicieron posible: salud pública, educación, inversión social. Ahora toca actualizar el contrato social para incluir plenamente a las personas mayores.
La propuesta es clara: reconocimiento, participación, cuidado, seguridad económica, vivienda, salud integral, y una gobernanza intersectorial. No es una política de "tercera edad", es una visión país.
Lo primero: salir del paternalismo. Las personas mayores deben ser reconocidas como sujetos plenos de derechos. Eso implica avanzar en una ley integral que los proteja frente al edadismo institucional y simbólico, y establecer un Consejo Nacional representativo, con voz vinculante sobre políticas públicas.
La participación no es voluntariado ocasional. Es presencia sostenida en la vida cívica, laboral y cultural. Flacso Chile propone medidas concretas para abrir espacios reales: incentivos para que personas mayores se integren a sindicatos, universidades, partidos, juntas de vecinos; programas de mentoría intergeneracional; reformas al teletrabajo para incluir empleos flexibles para mayores de 60.
Y un punto clave: acceso universal a tecnologías y conectividad. Porque sin inclusión digital, hay exclusión de ciudadanía.
Envejecer no significa dejar de contribuir. Propuestas como microcréditos para mayores, programas de emprendimiento, incentivos a la contratación y reconversión laboral, pueden activar una economía que valore la experiencia. El trabajo en la vejez no es una anomalía: puede ser una elección digna y transformadora.
El país necesita un Sistema Nacional de Cuidados que no recaiga solo en las familias, y menos aún en las mujeres. Servicios domiciliarios, centros diurnos, redes de teleasistencia, formación y reconocimiento a cuidadores -incluido un bono cuidador que formalice y mejore las condiciones del cuidado con cotización previsional- forman parte de una propuesta que pone la autonomía y la dignidad en el centro.
También se plantea un giro hacia la desinstitucionalización, para evitar el abandono silencioso en hospitales y acompañar en comunidad la última etapa de la vida. La propuesta incluye una política de envejecimiento saludable, con énfasis en salud mental, estimulación cognitiva, vínculos sociales, y una red de centros comunitarios intergeneracionales.
En materia de vivienda y entorno, se promueve el desarrollo de viviendas colaborativas, subsidios para adecuaciones y transporte público gratuito y accesible. Porque la ciudad también envejece, y debe hacerlo con inteligencia y justicia.
El gran cambio estructural: que todas las políticas públicas -educación, trabajo, cultura, vivienda- se piensen desde una perspectiva de curso de vida. Flacos Chile propone crear indicadores y sistemas de evaluación para asegurar que el envejecimiento esté presente en todas las decisiones.
Este año, los programas de gobierno deben hacerse cargo de esta transformación. No basta con hablar de pensiones o salud. Se necesita una arquitectura social completamente nueva, construida con la voz y experiencia de quienes ya habitan esa etapa. La ciudadanía mayor no quiere desaparecer: quiere decidir. No busca protección: busca presencia. Y no está esperando permiso: está exigiendo futuro.
Tal vez, en medio de las crisis ecológicas, tecnológicas y sociales que nos atraviesan, debamos considerar una idea radical: que las personas mayores no son el pasado, sino la llave del futuro. Que en sus décadas de vida están las claves de un país más sabio, más justo y más humano. ¡Los viejos pueden salvarnos!
Desde Facebook:
Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado